segunda-feira, 2 de maio de 2011

Prostitutas

El oficio más antiguo del mundo

Alberto Moncada (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

A lo largo de la historia de las ciudades el oficio calmante de la testosterona masculina ha ocupado un lugar importante aunque no siempre respetado. Los prostíbulos de la Edad Media europea rodeaban las catedrales como en una útil cercanía de las castidades más atribuladas. Al comienzo de la Cuaresma, las putas de Salamanca eran acompañadas a la linde del término municipal “A Alcalá, putas, que viene San Lucas” y, a su final, gozosamente recibidas de nuevo por el cabildo. El siglo XX presencia, por el doble impulso del feminismo militante y la respetabilidad burguesa, una hostilidad contra las casas de citas que, sin embargo, representaban una honorabilidad del oficio y una defensa contra los chulos callejeros. En España se prohibieron durante el franquismo aunque se permitían centros como Chicote y el Abra en Madrid, de encuentro carnal para bolsillos acomodados. Las democracias más norteñas, sin embargo, mantienen los barrios de “luz roja”, Ámsterdam, Hamburgo, casi siempre puertos de mar con una clientela masculina segura que se goza en la exhibición pública de la mercancía aunque también esta particularidad esté feneciendo.

La prostitución de hoy se privatiza y accede al mercado libre. Sus protagonistas figuran en las páginas de los periódicos, ni el conservador ABC ni el progresista El País pueden prescindir de tan suculentos anuncios, y los tratos se consuman en “oficinas del sexo”, apartamentos, masajes, relax, etc.

Pero las callejeras siguen, con o sin chulo, al servicio de las clientelas más pobres. Son esas calles conocidas de Madrid, Montera, la Ballesta, que recuerdan los alrededores del mercado de Les Halles de París donde tantos camioneros españoles fueron desvirgados. La última versión cutre es la Casa de Campo de Madrid, lugar frecuentado por chaperos baratos y chicas emigrantes que encuentran allí su primer ingreso. La discusión sobre si es o no permisible semejante espectáculo para niños y niñas inocentes ha alcanzado nivel político en el seno de algunos Ayuntamientos que, ante la imposibilidad de poner puertas al campo, practican la estrategia del hostigamiento ocasional mientras algunos plantean volver al “barrio rojo”. La prostitución está bajo mínimos con el Sida y la violencia ultra pero, en una economía de mercado, siempre habrá oferta para tan contundente demanda. Los acontecimientos deportivos son grandes ocasiones para el comercio carnal. En Estados Unidos, la ciudad en la que se celebra anualmente la Superbowl, el gran trofeo del fútbol americano, recibe miles de putas caras y baratas para atender a esa celebración masculina que aprovecha la fiesta deportiva para dar suelta a sus otras urgencias. Fútbol, alcohol y sexo. ¿Aprenderá la española Liga de las estrellas?

Comentan algunos sociólogos que las nuevas costumbres, el que los novios y hasta los amigos ocasionales practiquen el sexo, evitando a los varones resolver sus urgencias por vías mercenarias, está disminuyendo la importancia del oficio. Sin embargo, mi última investigación (Aventuras Extramaritales, Amazon, 2002) prueba que aunque sus parejas femeninas practican todas las artes amatorias, los casados jóvenes españoles siguen yéndose de putas. Cierta promiscuidad parece ser consustancial al varón. Para saciarla, miles de chicas de Europa del Este llegan a Europa, a España con la promesa de un trabajo para ser luego explotadas sexualmente sin que la policía haga mucho por evitar esa situación. Hasta se acaba de abrir en la frontera franco española el mayor prostíbulo del mundo y los pueblos aledaños se alegran con el incremento del comercio. La trata de blancas no ha desaparecido de la Europa democrática pero también están de moda las excursiones sexuales a Cuba, a ciertos países asiáticos en los que la esclavitud sexual está unida a la esclavitud laboral. Debemos seguir avergonzándonos.

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Publicado por ARGENPRESS en 14:16
Etiquetas: Alberto Moncada, prostitución, Reflexiones

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