segunda-feira, 31 de janeiro de 2011

Egito III

Revolución en Egipto - El poder está en la calle
Alan Woods (EL MILITANTE)

Después de cinco días de revolución el movimiento sigue creciendo en tamaño e intensidad. El toque de queda nocturno pasado fue ignorado, y el día de hoy hay más gente en las calles que ayer. Un nuevo toque de queda fue decretado para las 4 de la mañana, hora egipcia, pero este no es más eficaz que el anterior. Incluso antes de que el toque de queda entrara en vigor, un gran número de manifestantes se reunía en las calles.


"La calle no está siendo organizada por los partidos, no está siendo organizada por el Estado. No está controlada por nadie." (Al Jazeera)

Al seguir los acontecimientos hora a hora, me vino a la memoria el siguiente incidente de la Revolución Francesa. El 14 de julio de 1789, poco después de la toma de la fortaleza de la Bastilla, el rey francés Luis XVI le preguntó al duque de Rochefoucauld-Liancourt: "¿Es esto una revuelta?" Ante lo cual el duque pronunció la respuesta inmortal: "Non Sire, c'est une révolution " - "No señor, es una revolución".

En Egipto, estamos asistiendo a una revolución a toda marcha. Después de cinco días de luchas colosales, este hecho ha penetrado hasta los cráneos más obtusos. La revuelta popular se extiende cada hora que pasa. Es como un caudaloso río que se desborda y arrasa con todas las barreras que se levantaron para contenerlo.

Durante la noche toda la policía desapareció de las calles de la capital. Tanques y vehículos blindados están en las calles de El Cairo, donde los fuegos de la violencia del día anterior aún continúan humeantes. Los servicios de telefonía móvil se han restaurado en la ciudad, pero Internet sigue bloqueado.

Mientras tanto, el número de muertos ha aumentado a 53 según los informes, hasta la jornada de protesta del 28 de enero. En Suez, donde al menos veinte personas han muerto, los cuerpos de los mártires fueron llevados por las calles mientras la gente gritaba consignas revolucionarias. En El Cairo los presos políticos han tomado el control de una cárcel. En Giza, la gente ha quemado la comisaría de policía y están atacando a la policía. Quemar vehículos policiales se ha convertido en algo común en las calles egipcias. En un caso, un grupo de manifestantes trató de empujar un vehículo blindado al río Nilo.

Después de la retirada de la policía ha habido muchos informes de saqueos. La gente sospecha que esto ha sido organizado deliberadamente por el régimen con el fin de crear la impresión de anarquía y caos. Está claro que las cárceles se abrieron para dejar salir a los elementos criminales que han sido armados para tal fin. La televisión egipcia ha mostrado escenas de destrucción de objetos preciosos en el histórico Museo de El Cairo.

Es un secreto a voces que se trata de una maniobra para destruir la revolución. El gran número de policías armados que ayer estaban disparando contra los manifestantes desarmados se esfumaron para ser vistos como lumpenproletarios armados dispuestos al ataque. Varios de los saqueadores que han sido capturados por los manifestantes resultaron ser policías encubiertos.

En respuesta, se han establecido comités de vecinos en Suez y Alejandría para mantener el orden y evitar los saqueos. En algunos lugares, estos comités están incluso dirigiendo el tráfico. Hay una urgente necesidad de generalizar los comités y armar al pueblo. Debemos recordar el lema de la Revolución Francesa: "Mort aux-voleurs!" (¡Muerte a los ladrones!)

El discurso de Mubarak

"El poder tiende a corromper," dice el refrán, "El poder absoluto corrompe absolutamente." El Presidente sufre de los mismos delirios de grandeza que afectaba a las capacidades mentales de todos los emperadores romanos y del zar de Rusia en el pasado. El discurso de anoche del presidente Mubarak, lejos de calmar la situación, ha arrojado gasolina sobre las llamas.

El mensaje del pueblo es fuerte y claro. Pero el Presidente no lo escucha. Es ciego y sordo y ha perdido el uso de la razón. Un hombre que se ha acostumbrado a estar rodeado de una camarilla de cortesanos serviles pendientes de cada palabra suya pierde todo contacto con la realidad. Comienza a creer en su propia omnipotencia. La línea de la frontera entre la realidad y la fantasía se vuelve borrosa. Tal estado de ánimo es similar a la locura.

Viendo a Mubarak hablar, uno tenía la impresión de ver un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad y está jugando con sus propias fantasías. Él prometió que todo sería mejor de ahora en adelante, si el pueblo confía en él. Proclamó el cese de su gobierno y que amablemente nombrará a otro. Hará los cambios necesarios. Pero no va a tolerar el caos y el desorden. Cualquier persona que desobedezca no puede esperar ninguna piedad.

Esta es la voz del Padre del Pueblo, el faraón duro pero benevolente que decide todo para el beneficio de sus hijos. Pero el pueblo de Egipto no está formado por niños pequeños y no tiene necesidad de un faraón que tiene que enviar su ejército a las calles para mantenerlos obedientes.

El gobierno ha renunciado como era de esperar y ha sido nombrado un "nuevo" gobierno (por Mubarak). El primer ministro será Rachid Mohamad Rachid - un millonario y exministro de la inversión, el comercio y la industria. Rachid se identifica con las denominadas reformas "neoliberales" que han contribuido a las penurias de las masas: el desempleo y el aumento de los altos precios, y de la pobreza.

Este nombramiento es suficiente para revelar la fisonomía exacta del "nuevo" gobierno. Es una provocación al pueblo en las calles. Desde entonces, Omar Suleiman, de 74 años y jefe de los servicios de inteligencia del Estado ha sido nombrado Vicepresidente. Ya que Suleiman es uno de los principales secuaces de Mubarak, se trata de la provocación más descarada contra las masas. Esto demuestra hasta cuán alejado de la realidad está Mubarak.

Si el discurso del presidente tenía la intención de calmar las cosas, tuvo el efecto contrario. Ayer por la noche la BBC habló por teléfono con un hombre que había salido a la calle todo el día: "Tenía la intención de irme a la cama durante unas horas y luego continuar manifestándome mañana, pero después de oír hablar a Mubarak inmediatamente llamé por teléfono a todos mis conocidos para que salieran y se manifestaran, y me volví a la calle."

La "amenaza islamista"

Los medios de comunicación occidentales repiten constantemente la idea de que los Hermanos Musulmanes están detrás de las protestas, y que son la única alternativa a Mubarak. Esto es falso. El hecho es que, al igual que todos los demás partidos políticos, los Hermanos Musulmanes han sido completamente sorprendidos por este movimiento. Al principio ni siquiera lo apoyaron, y su papel en la organización de las protestas ha sido mínimo.

Los Hermanos Musulmanes recientemente cambiaron sutilmente su mensaje antes de las últimas protestas. El diputado Mahmud Izzat habló para alentar las protestas: "La gente quiere libertad, la disolución de este Parlamento inválido. Desde el principio esto es lo que los jóvenes han estado gritando y estamos con ellos.", le dijo Izzat al canal de noticias Al-Jazeera. Y pasó a criticar a "la fuerza excesiva" de los servicios de seguridad.

Sin embargo, los Hermanos no han organizado las protestas y en las manifestaciones se ven muy pocos fundamentalistas barbudos. La mayoría de los activistas son jóvenes, muchos de ellos estudiantes, pero también hay muchos jóvenes desempleados de los barrios pobres de El Cairo y Alejandría. Ellos no están luchando por la introducción de la sharia, sino por libertad y empleo. .

El hecho del asunto es que estos reaccionarios no quieren este movimiento revolucionario y tienen un miedo mortal al mismo. Las personas que salían de las mezquitas para manifestarse en las calles de Suez después de las oraciones del viernes lo hicieron a pesar del hecho de que el imán les dijo que no participaran en las protestas. El papel reaccionario de los fundamentalistas se demuestra por el influyente islamista al-Qaradawi, que, de acuerdo con Aljazeera, "insta a la gente a no atacar las instituciones del Estado."

Los propios Hermanos están divididos y en declive. Hossam el-Hamalawy le dijo a Al Jazeera:

"Los Hermanos han sufrido divisiones desde el estallido de la Intifada de Al Aqsa (Jerusalén). Su participación en el Movimiento de Solidaridad de Palestina cuando llegó a confrontar con el régimen fue abismal. Fundamentalmente, cada vez que su dirección llegaba a un compromiso con el régimen, especialmente la dirección más reciente del Guía Supremo actual, desmoralizaba a sus cuadros de base. Conozco personalmente a muchos Hermanos jóvenes que abandonaron el grupo. Algunos de ellos se han unido a otros grupos o se mantuvieron independientes. A medida que el movimiento en la calle crece y las direcciones de base se implican en él, la dirección de arriba no puede justificar por qué no son parte de la nueva insurrección."

Repercusiones internacionales

Si el gobierno y todos los partidos políticos fueron tomados por sorpresa, esto es aún más evidente en el caso de los gobiernos occidentales. Después de haber negado cualquier posibilidad de un levantamiento en Egipto hace sólo una semana, los dirigentes del mundo occidental en Washington están ahora con la boca abierta.

Obama y Hillary Clinton parece estar teniendo dificultades para mantenerse al día de la situación. Sus declaraciones públicas demuestran que todavía no han comprendido la realidad sobre el terreno. Expresan su solidaridad con los manifestantes, pero aún están a favor de mantener un diálogo amistoso con el gobierno que está disparando balas y gases. Este deseo de montar dos caballos al mismo tiempo, puede ser comprensible, pero es un poco difícil de hacer cuando los dos caballos están corriendo en direcciones opuestas.

El presidente Obama, como todos saben, se especializa en correr hacia todas las direcciones a la vez. Pero su especialidad principal es la de no decir nada, pero diciéndolo muy bien. Él aconseja a Egipto que introduzca la democracia y ofrezca a los ciudadanos trabajo y un nivel de vida decente. Pero ni él ni ninguno de sus predecesores tuvieron ningún problema en colaborar con Hosni Mubarak, a pesar de que sabían que era un tirano y un dictador. Sólo ahora, cuando las masas están a punto de derrocarlo, de repente empiezan a cantar las alabanzas de la democracia.

La petición de Obama de más empleos y mejores condiciones de vida en Egipto suena muy hueca. Fue Estados Unidos quien estuvo detrás de la "reformas" económicas de 1991, que llevaron a Egipto al tipo de "liberalismo" que dio lugar a la enorme desigualdad, la riqueza obscena para unos pocos y la pobreza y el desempleo para la gran mayoría. Más que cualquier otra cosa esto es lo que ha creado la actual situación explosiva en Egipto. En este contexto, el consejo de Obama es la peor clase de cinismo.

La preocupación de Washington no está motivada por consideraciones humanitarias y democráticas. Está motivada por el interés propio. Egipto es el país árabe más importante en el Oriente Medio. En comparación, Túnez es un país pequeño y relativamente marginal. Pero, históricamente, lo que pasa en Egipto tiende a comunicarse a toda la región. Es por eso que todas las camarillas gobernantes árabes están preocupadas, y es por eso que Washington está preocupado.

Y tienen razón para preocuparse. Pero los círculos gobernantes israelíes están aún más preocupados. Mubarak es un instrumento útil de la política exterior israelí. Como un "moderado" (es decir, un títere de occidente) él ayudó a mantener la ilusión de un "proceso de paz" fraudulento que mantuvo a las masas palestinas bajo control, mientras que los israelíes consolidaron sus posiciones. Él apoyó al igualmente "moderado" Abbas y a otros dirigentes de la OLP, que han traicionado las aspiraciones del pueblo palestino. Y apoyó la llamada guerra contra el terror.

Fue, pues, muy útil tanto para los estadounidenses como para los israelíes. Sus servicios fueron bien recompensados. Los EE.UU. subsidiaron su régimen con una suma de alrededor de $5.000 millones al año. Egipto es el cuarto mayor receptor de ayuda estadounidense, después de Afganistán, Pakistán e Israel. La mayoría de este dinero fue gastado en armas, un hecho que ha sido dolorosamente revelado a los manifestantes en casa cuando leen en las etiquetas de los botes de gas lacrimógeno las palabras "Made in USA", escritas en ellos. Estos mensajes de Washington hablan a los manifestantes egipcios con una elocuencia mucho mayor que los discursos de Obama.

La eliminación de Mubarak, por lo tanto, implica eliminar a uno de los elementos más importantes en materia de política exterior de EE.UU. en el Oriente Medio. Además, pondrá en peligro a los "moderados" (pro-estadounidense) regímenes árabes. Ya las protestas masivas crecen en Jordania y Yemen. Otros los seguirán. La propia Arabia Saudí no está segura.

Los imperialistas se miran horrorizados. De la noche a la mañana todos sus esquemas están deshaciéndose. Malcolm Rifkind, ex conservador ministro de Exteriores británico, dijo en la televisión de la BBC cuando se le preguntó por su punto de vista sobre la situación: "Bueno, esto ha sido preparado durante mucho tiempo. Cualquiera que sea el gobierno que llegue al poder en Egipto no será pro-occidental. Pero no hay mucho que podamos hacer al respecto."

El ejército

El ejército es lo único que separa a Mubarak del abismo. ¿Cómo va a reaccionar el ejército? El ejército ha sustituido a la policía en las calles. La relación entre los soldados y los manifestantes es insegura y contradictoria. En algunos casos hay confraternización. En otros casos, ha habido enfrentamientos con los manifestantes.

Con el fin de poner fin a la rebelión, sería necesario matar a miles de manifestantes. Pero es imposible matarlos a todos. Y no hay garantía de que las tropas estén dispuestas a obedecer la orden de disparar contra manifestantes desarmados. Los oficiales del ejército saben que un incidente sangriento bastaría para romper en pedazos al ejército. Parece muy poco probable que estén dispuestos a asumir el riesgo. En el día de hoy el sitio web de la BBC especula sobre el papel del ejército:

"En términos generales, los egipcios respetan a su ejército, que todavía es visto como un baluarte patriótico en contra de su vecino Israel, con quien fue a la guerra en 1967 y 1973.

"Pero la policía antidisturbios vestida de negro, la Fuerza de Seguridad Central (Amn al-Markazi), pertenece al Ministerio del Interior y ha estado en la vanguardia de la mayor parte de los violentos enfrentamientos con los manifestantes.

"Mal pagados y en su mayoría analfabetos, son alrededor de 330 mil si se suma la Policía de Fronteras. Ellos mismos se amotinaron por los bajos salarios en los primeros años del gobierno del presidente Mubarak y tuvieron que ser controlados por el ejército.

"El ejército tiene una fuerza similar - 340.000 - y está bajo el mando del general Mohamed Tantawi, quien tiene estrechos vínculos con los EE.UU. (que acaba de visitar el Pentágono).

"Cuando el señor Mubarak ordenó al ejército salir a las calles de El Cairo y otras ciudades a última hora del viernes, su objetivo era respaldar a la policía antidisturbios que había sido, en gran medida, superada en número por los manifestantes.

"Pero muchos de éstos están esperando que el ejército estará a su lado o, al menos, actuará como una fuerza de freno hacia la policía, que ha estado actuando con excesiva brutalidad en toda esta protesta.

"De ahí los aplausos que recibieron las columnas de vehículos del ejército, cuando se dirigían a El Cairo el viernes por la noche.

"Hasta ahora, el presidente Mubarak ha contado con el apoyo de las fuerzas armadas.

"Él fue, después de todo, un oficial de carrera de la fuerza aérea que, repentinamente, fue catapultado a la presidencia cuando Anwar Sadat fue asesinado en 1981.

"Pero si estas protestas continúan y se intensifican surgirán voces veteranas dentro del ejército que estarán tentadas de instarlo a que renuncie".

Los días del régimen de Mubarak están contados, y esto debe estar quedando claro a los jefes del ejército, que deben pensar en su propio futuro. Incluso si las fuerzas de seguridad logran sofocar las protestas de hoy, ¿cómo van a sofocar las que sucedan la semana que viene, o el mes que viene, o el próximo año? El poder está, de hecho, tirado en la calle, esperando que alguien lo recoja. Pero, ¿quién lo hará? Si un partido, como el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, estuviera presente, la conquista del poder por la clase obrera estaría en el orden del día. El problema es que este partido no existe todavía.

A falta de un partido revolucionario y de una dirección, la situación actual puede terminar en un punto muerto. En tales situaciones, el Estado mismo, en la forma del ejército, tiende a elevarse por encima de la sociedad y a convertirse en el árbitro entre las clases. En Egipto y otros países de Oriente Medio hay una larga historia de tales cosas, empezando por la figura de Gamal Abdel Nasser. Es posible que una parte de los jefes del ejército decidan voltear a Mubarak.

El movimiento de masas es lo suficientemente fuerte como para derrocar al antiguo régimen. Pero aún le falta el nivel necesario de organización y de dirección para constituirse como un nuevo poder. En consecuencia, la revolución será un asunto de larga duración, que deberá pasar por una serie de etapas antes de que los trabajadores estén en condiciones de tomar el poder en sus manos. Habrá una serie de gobiernos de transición, cada uno más inestable que el anterior. Pero sobre una base capitalista ninguno de los problemas fundamentales se podrá resolver.

Sin embargo, la caída de Mubarak abrirá las compuertas. La clase obrera ha despertado a la lucha. Durante los últimos cuatro años ha habido una ola de huelgas en Egipto. Los trabajadores aprovecharán la democracia para presionar por sus demandas de clase. La lucha por la democracia abrirá el camino para la lucha por el socialismo.

Haga click aquí para recibir gratis Argenpress en su correo electrónico.
PUBLICADO POR ARGENPRESS EN 15:50:00
ETIQUETAS: ALAN WOODS, EGIPTO, EL MILITANTE, HOSNI MUBARAK, OPINIÓN

Egito II

Aviões militares sobrevoam área de manifestação contra presidente egípcio
À medida que milhares de manifestantes ocupam a região central da capital egípcia, Cairo, neste sexto dia consecutivo de protestos contra o governo do presidente Hosni Mubarak, as Forças Armadas nacionais agem para deixar claro seu poder bélico.

Segundo a BBC Brasil, na manhã de hoje (30/01), dois aviões da força aérea egípcia e um helicóptero fizeram voos rasantes sobre a Praça de La Liberacíon, ou Praça Tahrir, tida como o principal centro de protestos na cidade e onde milhares de pessoas se concentram para exigir a renúncia de Mubarak, acusado de fraudar eleições e perseguir grupos de oposição.

Além disso, uma coluna de tanques militares também chegou próximo à Praça Tahrir, mas foi impedida de avançar por grupos de manifestantes que estão reunidos no local.

Leia mais:
Uma nova verdade desponta no mundo árabe
Forças de segurança entram em choque com manifestantes no Egito
Patrimônio histórico do Egito corre risco com crise política, diz egiptólogo brasileiro
Egito: manifestantes desafiam proibição e protestos entram no terceiro dia
Violência aumenta nos protestos contra Mubarak; 6 morrem e 300 são detidos
Protestos contra o governo levam milhares às ruas do Egito e deixam ao menos três mortos

A presença dos militares se tornou necessária depois que, na noite da última sexta-feira (28/01), as forças de segurança do país foram retiradas das ruas, após violentos confrontos com os manifestantes, de acordo com a BBC Brasil. Sem a presença de policias das forças de segurança nas ruas, os moradores das maiores cidades egípcias passaram a noite de ontem (29/01) e esta madrugada com medo devido ao relatos de saques a estabelecimentos comerciais e residências.

Embora números oficias ainda não tenham sido divulgados, já há veículos de imprensa falando em cerca de cem pessoas mortas e ao menos duas mil feridas durante os confrontos.

El Baradei

Ontem (29), o egípcio Mohammed ElBaradei, ex-diretor da Agência Internacional de Energia Atômica (AIEA) e opositor do governo de Mubarak, defendeu que o presidente deixe o cargo. Para El Baradei, se Mubarak não sair imediatamente, deve pelo menos garantir que não disputará a próxima eleição presidencial egípcia, que ocorrerá ainda este ano.

Mubarak está no poder há 31 anos. "O povo do Egito se revoltou, por assim dizer, contra 58 anos de repressão e contra 30 anos de ditadura sob Mubarak", disse El Baradei. "Mubarak deve sair. O regime falhou e ele precisa mudar", completou o egípcio.
(Operamundi)

Google

Bush adquiriu o Google e entregou o sistema à CIA, e o meu blogue?


Rodrigo Brandão,
Educom

Laerte Braga é ativista da comunicação na internet desde antes da explosão das redes sociais e da blogosfera. Formado em filosofia, jornalista e analista político, o blogueiro juizforano acompanha com atenção e comenta quase diariamente as revelações, pelo coletivo Wikileaks, dos segredos das potências hegemônicas – principalmente os EUA – e seus perigosos laços em várias partes do mundo, inclusive na América Latina.

Educom – Laerte, sabe-se que a Google Inc. passou recentemente a ser controlada pelo governo dos EUA. No Encontro de Blogueiros da Zona da Mata (Juiz de Fora, novembro de 2010) você revelou que a CIA agora é proprietária do Google. Pode explicar melhor como isso tudo ocorreu? O Google se transformará num braço da espionagem de Washington?
Laerte Braga – Desde o advento do rádio os norteamericanos se preocupam com o controle da informação. E mesmo antes, mas numa dimensão menor, já que os veículos existentes, principalmente jornais, mantinham aquele caráter romântico do jornalismo.
Essa preocupação ganhou foros organizados já na Segunda Grande Guerra e, com a Guerra Fria, passou a fazer parte do todo do Império. E incluindo todas as mídias disponíveis. Hollywood, por exemplo, exerceu e exerce um papel importante nesse contexto de dominação. De lavagem cerebral. Há uma frase de George Bush, me parece que dele, que diz o seguinte: “Todos nos criticam, mas todos querem ser iguais a nós”.
É o que vendem, o sonho, o desejo, do que imaginam ser civilização, sendo barbárie. Ou como na canção do Subdesenvolvido, do antigo CPC da UNE: “O brasileiro pensa como americano, mas não come como americano”. Essa preocupação, que era inclusive concorrência com a extinta União Soviética se acentuou em rádios como a Voz da América, rádios que especificamente transmitiam em chinês para os chineses, russo para os russos, espanhol para os cubanos, descobrindo e acrescentando no processo a televisão. Essa mídia se transformou no mais poderoso veículo de comunicação do século passado e ainda desse século. A guerra e a derrota política e militar no Vietnã acentuaram a necessidade de controle da informação pelas mídias existentes, ao perceberem que a opinião pública é um poderoso ingrediente contra situações indesejadas quando se movimenta, se põe a caminhar.
A revolução cubana, por seus reflexos na América Latina principalmente, ao lado de programas assistenciais como a Aliança para o Progresso, trouxe a presença norte-americana para mídias nacionais (caso do grupo Globo no Brasil), já que reconheceram o papel preponderante da comunicação, decisivo na alienação e na desinformação, no vender o peixe capitalista. No curso desse processo as mídias foram sendo incorporadas às políticas norte-americanas, imperialistas e gradativamente se constituindo em fator de importância capital para os objetivos dessas políticas. Para se ter uma ideia, antes mesmo da Globo, a antiga TV Tupi, do grupo Diários e Emissoras Associados, dispunha de jornalistas aliados aos norte-americanos. Em 1957, quando do lançamento do primeiro satélite artificial na história, o Sputinik, em meio ao espanto de todas as pessoas no mundo, a sensação era de que a União Soviética vencia a corrida espacial e usava isso como propaganda, tanto quanto usou o primeiro vôo tripulado, a cadelinha Laika e depois o primeiro vôo tripulado por um homem, o de Yuri Gagarin. Mas como dizia, o lançamento do Sputinik levou o apresentador Flávio Cavalcanti, num programa especial na antiga Tupi, a iniciar uma campanha a que chamo de recuperar terreno junto à opinião pública embevecida com os feitos soviéticos. Flávio Cavalcanti era ligado a Carlos Lacerda, ambos de extrema-direita e ambos partícipes em dimensões diferentes do golpe de 1964.
Vamos dar um salto na história e chegarmos aos dias de hoje. As novas tecnologias, a aldeia global, a comunicação instantânea, o fim da União Soviética, não só significaram facilitação para o domínio e o controle da informação pelos EUA como permitiram que os avanços viessem a ser efetivos, já no controle de empresas em diferentes países pela política de concentração da propriedade das mídias em poucas mãos. No Brasil são dez famílias, no máximo. No mundo inteiro, gigantescas corporações alinhadas com Washington e todo um processo de controle da informação, como verificamos agora no caso do WikiLeaks – que rompe esse caráter absoluto, hegemônico e monopolista. O WikiLeaks já despertou os tentáculos do império para tentativas de controle da Internet e da informação. Criou-se, ao longo desses anos, o mundo do espetáculo, muito bem definido por Guy Debord no livro “A Sociedade do Espetáculo”, editado no Brasil pela Contraponto. O ser humano objeto, agindo e vivendo em função de uma verdade única. Tanto pode ser a do Jornal Nacional, como a da Veja, da Folha de S.Paulo, ou a dos canais de tevê venezuelanos que tentaram o primeiro golpe midiático da história em 2002 contra o presidente Chávez, como o cinema do “combate ao terrorismo”, da eficiência violenta e brutal (que permeia as pessoas, aí o segredo de Tropa de Elite) – mas a televisão ainda é o principal veículo de desinformação. A própria religião, hoje, as seitas neopentecostais, todas oriundas de ramos norte-americanos, cumprem esse papel de alienação, de transformar o ser em objeto. Isso foi visível nas últimas eleições no Brasil. Dando outro salto, no governo Bush, aperfeiçoados os torniquetes da comunicação, controlados os grupos considerados indispensáveis aos propósitos do império e já sob a chamada nova ordem política e econômica (sem a União Soviética), o governo dos EUA iniciou um processo típico do capitalismo em parceria com as grandes corporações mundiais e retrato do neoliberalismo.
Falemos de tercerização. O presidente Barack Obama, ao final do seu primeiro ano de mandato, constatou que boa parte dos chamados serviços de inteligência (e outros noutras áreas) haviam sido transferidos para a iniciativa privada através de terceirizações, na prática, privatizações. A comunicação que, numa certa medida, já o era (caso das ligações do grupo Globo com empresas dos EUA, da emenda votada e aprovada no governo FHC sobre participação de capital estrangeiro em empresas de rádio e tevê nacionais), passou a ser operada pela iniciativa em termos de serviços de inteligência e a própria CIA, na tentativa de controle de um veículo que começa a se tornar indigesto para o império. No esquema de empresas laranjas, assumiu o controle de muitas e importantes estações – digamos assim – disponíveis na Internet. Caso do Google. Se algum de nós procurar os donos do Google, vai ver que simplesmente não existem. São vários, pulverizados na mágica das ações, mas – sempre há um mas - no fundo, é a CIA. O controle do Google foi adquirido no final do governo Bush. Essa preocupação do governo Obama com o assunto, para além do Google, diz respeito, principalmente, à perda de poder do Estado. Num país onde o próprio Banco Central é privatizado e cabe a ele o poder de emissão da moeda, Obama imaginou reverter as terceirizações no setor de inteligência, comunicação e forças armadas e confessou-se impotente. “Só conseguiremos anular sete por cento dos contratos”, afirmou num relatório interno amplamente divulgado. Contratos de terceirização, de privatização. Por esse motivo, particularmente, entendo que os EUA hoje não são mais uma federação, mas um conglomerado que enxergo como terrorista em sua prática junto a países e povos do resto do mundo. O controle do Google não significa transformá-lo em instrumento direto de ação propagandística, mas, até quanto isso se fizer válido, em controle. Em venda da ideologia capitalista. O disfarce do que chamam aqui de “avanço tecnológico”, “liberdade de expressão”, dentro dos limites traçados pelo império. Ao lado do Google há vários outros instrumentos na Internet, o grande alvo dos norteamericanos hoje, o que ainda escapa ao controle do império, todos já sob controle ou sujeito a ceder a pressões, como os que abrigavam o WIKILEAKS e deixaram de fazê-lo. O projeto do senador Eduardo Azeredo existe sem tirar uma única vírgula em vários outros países e está dentro desse contexto.

Com o Google vinculado ao sistema de inteligência do Império e seus associados, como Israel e União Europeia, a que riscos o usuário e o ativista da internet passam a estar expostos?
O Google, como qualquer ferramenta usada pelo que chamo de conglomerado terrorista EUA/Israel Terrorismo S/A, é capaz do controle das informações que por ali correm. O satélite Echelon, lançado durante o governo Bush, controla todos os e-mails enviados em qualquer canto do mundo e os classifica por palavras-chave. Em um processo de filtro, para identificar os adversários do império, os críticos, e assim monitorá-los na rede, jogando todas essas informações no mesmo saco das políticas terroristas agora reveladas pelo WikiLeaks. O risco que corre o usuário é principalmente esse. Não há privacidade e nem segurança, o que não significa que se deva abandonar a luta, mas começar a refletir sobre o futuro da comunicação pela Internet e, com certeza, pensarmos canais capazes de manter essa característica de independência, liberdade de expressão absoluta. A propósito dessa liberdade de expressão absoluta lembro-me sempre de uma história curiosa, pois a resposta correta foi dada por um presidente/ditador, Costa e Silva, a um grupo de senhoras paulistas, pela moral e pelos costumes, que foi pedir a ele censura a alguns filmes exibidos após a meia-noite em uma rede de TV. Costa e Silva, grosso como sempre foi, perguntou às senhoras se alguém conduzia suas mãos ao botão que liga a tevê e ao seletor de canais para assistirem àqueles filmes e arrematou: “assiste quem quer, o horário é adequado”. Em se tratando de informação, a liberdade de expressão não pode e não deve ser adjetivada, por isso mesmo, é absoluta sem necessidade de explicitar o termo.

Apuramos que o consórcio CIA-Google iniciou em 2010 seu primeiro projeto, como definem, “avaliar websites e ‘prever o futuro da economia’”. Ou seja, fazer planejamento estratégico de longuíssimo prazo através de espionagem na rede. Isto, na sua avaliação, já fez os internautas em geral, mas sobretudo os ciberativistas perceberem como será forte o controle da Web?
Essa terceira resposta complementa a segunda. O ponto de partida da Internet, vamos definir assim, é controlado pelos EUA. Paralisar a rede num determinado momento é um “privilégio” deles. Mas de tal forma a rede se tornou importante e decisiva, tão vital no mundo dos negócios que isso se torna inviável. Haveria que ser uma situação extrema. E interessa ao império manter um sistema de comunicação que atinja, num segundo, a todo o mundo, mas livre dos riscos de ações como a do WikiLeaks. Eu creio que Julian Assange e seus companheiros tenham pensado nos riscos e nos desafios que iriam e estão enfrentando, mas conscientes da impossibilidade de parar o tráfego de notícias, documentos etc, optaram por enfrentar o império. Com isso, foram reforçadas políticas de controle da Internet (no Brasil, o projeto Eduardo Azeredo, escrito em Washington) e outras ações fora da rede. A própria prisão de Assange e uma série de crimes como sequestro, assassinatos seletivos, além, evidente, de políticas de longo prazo para controle geral, uma espécie viva e perigosa de Grande Irmão. Encontros de blogueiros, discussão de software livre (quando era governador do Rio Grande do Sul, Olívio Dutra iniciou esse tipo de debate), tudo isso e mais alguma coisa se fará sempre necessária, se percebermos que a guerra global passa em grande parte pela Internet, porque é hoje uma guerra em que a informação tem papel decisivo. Os norteamericanos tomaram conhecimento dos mortos na guerra do Iraque, já que a mídia tradicional não citava tais baixas, num flagrante de caixões sendo desembarcados numa base aérea dentro do território dos EUA.

Diante dos desdobramentos da publicação de, até o momento, menos que a décima parte dos cerca de 250 mil cabos revelados pelo WikiLeaks, avaliamos que está mais do que nunca consolidada a importância estratégica e histórica da internet 100% livre. Por outro lado, você não acha que os vazamentos podem fazer com que as potências hegemônicas, através dos domesticados organismos multilaterais (ONU, OMC, Gatt, UE, OEA etc), imponham à comunidade internacional mecanismos cada vez mais agressivos de controle?
É o que está em curso. O uso de ferramentas de repressão sem qualquer escrúpulo, inclusive jogando por terra um dos principais argumentos dos norteamericanos em sua cruzada histórica de terrorismo contra outros povos: a democracia e a liberdade de imprensa, a liberdade de expressão. O WikiLeaks fez com a máscara caísse, e a verdadeira face do verdadeiro terrorismo aparecesse com sua hedionda e repulsiva característica de barbárie. Há, sim, tentativa de imposição de mecanismos de controle. O projeto Azeredo no Brasil é isso. As pressões sobre a chamada mídia privada (inteiramente dominada) e, levando em conta a prisão de Assange, as tentativas que estão sendo elaboradas para extraditá-lo para os EUA – um crime sem tamanho – são formas de tentar sufocar, intimidar os que lutam contra esse modelo escravagista. Se não houver reação tanto dos que militam na rede mundial de computadores, organização e enfrentamento mesmo, certamente seremos esmagados. A percepção de confronto, de guerra global é decisiva e mais ainda: a comunicação via Internet é uma das linhas de frente, se não for a mais importante nos dias atuais, das mais importantes com certeza.

Recentemente um embaixador brasileiro foi à “Globo News” dizer que “agora mais do que nunca é necessário controle rígido do que se escreve e fala na internet”. O Império pode nos impor uma vacina contra o surgimento de um novo Julian Assange?
O interessante no canal Globo News é que ele se permite algumas notícias que a rede Globo não veicula nos canais abertos. Mas ao mesmo tempo se volta, e esse é o objetivo maior, para a classe média, que pode pagar por tevê fechada, vendendo a ideologia capitalista na forma de sabão que lava mais branco, sabonete que mata as bactérias e germes, higienizadores de vasos sanitários que poupam a mulher (e que mantêm o preconceito, limitam a mulher ao papel de dona de casa num determinado momento e em outros ao de quase prostituta, mostrando-a capaz de abrir as pernas para alcançar a chave e encontrar a palavrinha mágica, “sucesso”). É a perversidade capitalista. Não assisti ao programa, não sei qual é o embaixador, mas sei que é política da Globo News convidar diplomatas aposentados, muitos deles oriundos da ditadura, para emitir opiniões fartamente ilustradas com raciocínios bem elaborados. Tudo vendendo a ideologia capitalista, no conjunto da sociedade do espetáculo. É possível perceber que já existe uma discussão sobre o conceito de liberdade de expressão. E colocam o tema de uma forma canalha. Será que os cidadãos têm o direito de conhecer ações terroristas e pouco recomendáveis, digamos assim, do Estado, todas como intuito de “protegê-lo”? É uma formulação cínica, hipócrita, que se presta a jornalistas venais como William Bonner, William Waack, Miriam Leitão, Lúcia Hipólito, Alexandre Garcia (ativo dedo duro na ditadura militar até ser demitido por assédio sexual). Ou seja, justifica o papel que esses bonecos ventríloquos cumprem dentro do processo da comunicação. Não foi por outro motivo que Bonner disse a estudantes de jornalismo e professores de uma faculdade paulista que “essa notícia não vai sair, pois contraria os interesses dos nossos amigos americanos”. A notícia dizia respeito à decisão do presidente Chávez de vender gasolina pela metade do preço nos postos da petrolífera venezuelana, na área atingida pelo furacão Katrina e objeto de comentários de um sobrinho do ex-presidente Kennedy, que os EUA deveriam agradecer a Chávez a atitude humanitária, já que Bush, então presidente, não fizera o mesmo. Quanto a Assange, estão tentando demonizá-lo. Imagine o seguinte. Se numa conversa informal, entre sete amigos, digamos, um virar-se para outro e em voz baixa e disser que outro dos presentes tem o hábito de bater carteiras, a notícia corre por todos e certamente, mesmo sendo mentira, muitos irão acreditar ou cercar-se de cuidados com o “punguista”. É como tentam fazer com Assange, rotulá-lo de tarado sexual, de criminoso sexual e assim desviar o debate do principal: os documentos e seus conteúdos. É uma forma de vacina, a desqualificação do inimigo. Num mundo sem fronteiras isso serve como fator de inibição, na cabeça deles, quanto a futuros Assanges. A luta pela extradição de Assange para os EUA tem esse sentido, prendê-lo, condená-lo a prisão perpétua por crime de “espionagem” e eliminar futuros Assanges. Trabalham com essa lógica cínica no caso da pena de morte. Como se funcionasse como fator de intimidação da violência comum. Aplicam à política, aos inimigos do Grande Irmão.

A julgar pela sanha do Império e associados para encarcerar Julian Assange, percebe-se que o impacto do vazamento dos cabos e as consequências do escancaramento das manobras das potências ainda não foram avaliados com a necessária profundidade, até porque ainda há muito material a ser revelado. Seria 2010 o ano que marca o auge da revolução da informação? Qual o principal efeito do episódio WikiLeaks sobre a geopolítica e as comunicações?
Penso que é preciso percebermos que, ao mudar o eixo do caso Assange – dos documentos e seus conteúdos para o “crime sexual” –, a mídia privada em todo o mundo busca evitar um conhecimento e uma discussão concreta do que, de fato, acontece e quais as práticas terroristas reveladas. É uma forma de evitar o debate, colocar em cena outro ponto, a liberdade de expressão e seus limites. Usam o patriotismo, a chamada responsabilidade como argumento. As ditaduras diziam e dizem isso, “liberdade mas com responsabilidade”. E assim mantêm o grande público ligado, caso do Brasil, ao início do BBB11 e longe das prisões indiscriminadas, sequestros, estupros, torturas, ações terroristas de todos os matizes via de regra imputadas aos adversários e sempre praticada por eles, os donos, os senhores do conglomerado terrorista EUA/Israel Terrorismo S/A. É importante divulgar o conteúdo dos documentos a exaustão, bater fundo nesse contexto – conteúdo -, mostrar a barbárie sob a qual vivemos com o rótulo de democracia, os objetivos do império, organizar essa luta que, necessariamente, será de sindicatos não pelegos, não cooptados, conscientes do papel do movimento sindical, dos movimentos sociais, dos blogs – qualquer que seja a dimensão desses blogs. Enfim, enfrentar essa tentativa de evitar que a opinião pública saiba que os “punguistas” nessa história toda são os norte-americanos e suas colônias europeias (Grã-Bretanha, Itália, Alemanha, Suécia etc) e associar a luta rotulada de “terrorista” à busca de liberdade real, sem adjetivos, por povos do mundo inteiro, notadamente palestinos, iraquianos, afegãos, colombianos, muitos outros. Tanto quanto lutar contra golpes desfechados contra governos populares, caso da Venezuela, Bolívia, Equador e outros, a exemplo do que aconteceu em Honduras.
Há um aspecto interessante nisso tudo. A revelação de documentos que dizem respeito ao Brasil, a cobiça sobre o nosso petróleo, a forma como têm agido embaixadores norteamericanos, por si só, justificam uma interpelação ao governo dos EUA sobre esse tipo de prática. Mas ficamos silentes. Como justificam a adoção de políticas de segurança para preservamos recursos como petróleo, água, nióbio etc, que, a meu juízo, num mundo onde a tecnologia é fundamental, nos remete a outra necessidade imperiosa. A reestatização de empresas como a Vale e a Embraer, primordialmente. E a garantia que a Petrobras terá o monopólio estatal do petróleo pleno e assegurado, mesmo porque, nesse item, é o desejo da imensa maioria dos brasileiros, tenho certeza. O WikiLeaks desmontou o edifício da mentira absoluta da mídia privada em boa parte dos países do mundo, em quase toda a América Latina. O grande dilema dessa mídia hoje é ter que renegar o direito de liberdade de expressão e tentar colocar freios ou limites nessa liberdade, ao percebê-la com mão dupla. Isso por si só gera uma perspectiva diversa na geopolítica e nas comunicações e tanto quanto a eles, que querem colocar a mordaça. Cabe a nós resistir, lutar e organizar essa luta acima de tudo no processo de formação e consciência em cada ambiente, em cada universo, cada um dos nossos universos.

Numa conjuntura marcada pela transformação do Google em braço do condomínio político-empresarial-militar do Império e seus “aliados”, qual a urgência e qual a importância estratégica de os ativistas da democratização da comunicação somarem esforços para derrubar o PL 84/99, o “AI-5 Digital” do senador, a partir de 1º de fevereiro deputado federal Eduardo Azeredo (PSDB-MG)?

Eduardo Azeredo é aquele sujeito que, se tiver que falar e andar ao mesmo tempo, não consegue, tropeça e cai. O tipo calado, traiçoeiro, covarde, submisso aos poderosos, venal, pronto a todo e qualquer trabalho sujo que se faça necessário. Em Minas o classificam de “banana”. Mas um “banana” indigesto. É empregado do capital estrangeiro. Do conglomerado terrorista EUA/Israel Terrorismo S/A. Num dos muitos documentos vazados pelo WikiLeaks fala-se em “militares e políticos cooptáveis”. Vale dizer, compráveis. Azeredo, como o ex-comandante da FAB, o brigadeiro Heleno, faz parte desse grupo. O projeto de lei que apresentou, o 84/99, foi redigido em Washington, adequado à realidade de cada país. E cada Azeredo da vida, em seu país, apresentou-o como proposta. É um funcionário subalterno que agora vai virar deputado, não tinha força para reeleger-se senador, como não se reelegeu governador. Mas vai continuar a exercer esse papel. Somos um país onde é necessário refundar, por exemplo, nossas forças armadas, ainda permeadas por um alinhamento com Washington, sobretudo depois dos expurgos de oficiais nacionalistas e progressistas pelo golpe de 1964. E onde são necessárias as tais reformas políticas, como forma de criar perspectivas não de renovação, como costumam dizer, mas de avanços na direção da democracia popular. A Internet é fundamental para isso, é decisiva, o canal adequado para que possamos promover a formação e a organização popular, criar mecanismos de participação popular, para além de comprar no Mercado Livre. Os blogs são fundamentais. Nas cidades podemos promover debates intensos sobre problemas específicos dessa realidade imediata, a cidade, como sobre temas nacionais, internacionais, a realidade global como a temos hoje. A participação de categorias de lutadores do povo, como petroleiros, camponeses, operários de um modo geral, tudo isso é vital para que possamos sobreviver como nação soberana e até como ser humano e não peça da engrenagem dessa máquina de moer gente que é o capitalismo em sua forma hedionda de neoliberalismo posta a nu pelo WikiLeaks.
A grande contribuição do WikiLeaks é que de forma diferenciada, dentro de cada um dos blogueiros, que lutamos na Internet, há um Julian Assange. E sentir e entender isso, transformando em prática de luta, é fundamental, até porque só assim conseguiremos trazer essa luta para as ruas. Uma é consequência da outra e tem que ser. A resistência ao projeto Azeredo é um dos pontos fundamentais da luta, mesmo porque sabemos que não temos um Congresso em boa parte comprometido com o Brasil e os brasileiros. Muitos parlamentares, como Azeredo, têm, às portas de seus gabinetes a placa, “vende-se qualquer coisa, até mãe se preciso for”. A democracia que temos é bem definida por Millôr Fernandes: “Democracia – extraordinário modelo de organização social, composto de Três Poderes e cem milhões de impotências”. A internet nos permite tanto quanto aos nossos inimigos, o império norte-americano e o que ele significa, a reação imediata e global, por isso vivemos uma guerra global. É uma guerra de resistência, sobrevivência e, por isso mesmo, é preciso avançar. E um detalhe fundamental. Se a luta palestina, por exemplo, ou a luta pela preservação de nossas riquezas, pelo monopólio estatal do petróleo, enfim, as lutas populares eram travadas, antes da Internet, numa determinada proximidade, hoje, ela está dentro das nossas casas e somos todos palestinos, petroleiros, camponeses. É uma conquista que precisamos materializar nas ruas.
(Bloguedosouza)

Dilma

Dilma tira crucifixo do gabinete. Falta o resto do país
09/01/2011 - 9:08 - Sem categoria 1.027 Comentários »
A Folha de S. Paulo, deste domingo, traz a informação de que a presidenta Dilma Rousseff, em sua primeira semana de trabalho, retirou o crucifixo da parede de seu gabinete e a bíblia de sua mesa.
Helena Chagas, ministra chefe da Secretaria de Comunicação Social, através de seu twitter, contradisse a informação divulgada pela Folha na tarde de hoje – depois deste post já ter sido publicado. Segundo ela, “a presidenta Dilma não tirou o crucifixo da parede de seu gabinete. A peça é do ex-presidente Lula e foi na mudança. Aliás, o crucifixo, que Lula ganhou de um amigo no início do governo, é de origem portuguesa”. Segundo Chagas, a bíblia continua lá, em uma sala contígua, em cima de uma mesa. A mesma informação está em nota da Secom.
A meu ver, a discussão sobre a propriedade do crucifixo é indiferente – se Dilma não repuser a peça. O que importa é a existência de símbolos religiosos no gabinete da Presidência da República e a sua retirada. A Secretaria de Comunicação Social afirma que não foi uma opção dela ter tirado, mas é uma decisão não recolocar outro no lugar. Do jeito que é o Brasil, não fazer nada, mantendo o espaço sem crucifixo, será um ato simbólico surpreendente.
Defendo fortemente que a retirada de símbolos religiosos seja realizado por todos os que ocupam cargos públicos no país. Dilma afirmou ser católica durante as eleições (ok, como disse na época, eu ainda aposto que ela e José Serra são, no limite, agnósticos – mas vá lá), mas não foi eleita para representar apenas cristãos e sim cidadãos de todas as crenças – inclusive os que acreditam em nada.
A questão da retirada de crucifixos, imagens e afins de repartições públicas gerou polêmicas ao longo da história a partir do momento em que um Estado se afirma laico (e não desde o lançamento do 3º Programa Nacional de Direitos Humanos, como querem fazer crer o pessoal do “não li, mas não gostei”). A França retirou os símbolos religiosos de sedes de governos, tribunais e escolas públicas no final do século 19. Nossa primeira Constituição republicana já contemplava a separação entre Estado e Igreja, mas estamos 120 anos atrasados em cumprir a promessas dos legisladores de então.
Em janeiro do ano passado, a Conferência Nacional dos Bispos do Brasil lançou uma nota em que rejeitou “a criação de ‘mecanismos para impeder a ostentação de símbolos religiosos em estabelecimentos públicos da União’, pois considera que tal medida intolerante pretende ignorar nossas raízes históricas”.
Adoro quando alguém apela para as “raízes históricas” para discutir algo. Na época, lembrei que a escravidão está em nossas raízes históricas. A sociedade patriarcal está em nossas raízes históricas. A desigualdade social estrutural está em nossas raízes históricas. A exploração irracional dos recursos naturais está em nossas raízes históricas. A submissão da mulher como reprodutora e objeto sexual está em nossas raízes históricas. As decisões de Estado serem tomadas por meia dúzia de iluminados ignorando a participação popular estão em nossas raízes históricas. Lavar a honra com sangue está em nossas raízes históricas. Caçar índios no mato está em nossas raízes históricas. E isso para falar apenas de Brasil. Até porque queimar pessoas por intolerância de pensamento está nas raízes históricas de muita gente.
Quando o ser humano consegue caminhar a ponto de ver no horizonte a possibilidade de se livrar das amarras de suas “raízes históricas”, obtendo a liberdade para acreditar ou não, fazer ou não fazer, ser o que quiser ser, instituições importantes trazem justificativas fracas como essa, que fariam São Tomás de Aquino corar de vergonha intelectual. Por outro lado, o pessoal ultraconservador tem delírios de alegria.
Em 2009, o Ministério Público do Piauí solicitou a retirada de símbolos religiosos dos prédios públicos, atendendo a uma representação feita por entidades da sociedade civil e o presidente do Tribunal de Justiça do Rio de Janeiro mandou recolher os crucifixos que adornavam o prédio e converteu a capela católica em local de culto ecumênico. Algumas dessas ações têm vida curta, mas o que importa é que percebe-se um processo em defesa de um Estado que proteja e acolha todas as religiões, mas não seja atrelado a nenhuma delas.
É necessário que se retirem adornos e referência religiosas de edifícios públicos, como o Supremo Tribunal Federal e o Congresso Nacional. Não é porque o país tem uma maioria de católicos que espíritas, judeus, muçulmanos, enfim, minorias, precisem aceitar um símbolo cristão em um espaço do Estado. Além disso, as denominações cristãs são parte interessada em várias polêmicas judiciais – de pesquisas com célula-tronco ao direito ao aborto. Se esses elementos estão escancaradamente presentes nos locais onde são tomadas as decisões sem que ninguém se mexa para retirá-las, como garantir que as decisões serão isentas?
Como já disse aqui antes, o Estado deve garantir que todas as religiões tenham liberdade para exercer seus cultos, tenham seus templos, igrejas e terreiros e ostentem seus símbolos (tem uma turma dodói da cabeça que diz que isso significaria a retirada do Cristo Redentor do morro do Corcovado – afe… por Nossa Senhora!). Mas não pode se envolver, positiva ou negativamente, em nenhuma delas. Estado é Estado. Religião é religião.
Como é difícil uma democracia respeitar suas minorias.
(Blogdosakamoto)

Lula

Lula, o filho da dialética
não é e nunca foi um revolucionário que quer fazer a História dar saltos, mas um visionário que quer empurrá-la aos pouco. É a personificação da síntese entre contrários na visão dialética: é a negação da negação, a continuação da política por meio da política. Não o confundam, porém, com o estereótipo do político mineiro tradicional: o político mineiro é um protótipo do príncipe de Lampeduza, que quer mudar para que as coisas continuem como estão. Lula quer efetivamente mudar, e, no seu jeito de fazer composição, arranca compromissos aos poucos, sem ruptura. O artigo é de J. Carlos de Assis.
J. Carlos de Assis*
O que há de comum entre a dialética marxista e o princípio milenar de Lao Tsé segundo o qual não se deve remar contra a corrente, mas usar sua força a seu favor? Tudo. É essencialmente o mesmo princípio. O que me impediu durante décadas de ver isso foi uma leitura superficial de Marx. Ou melhor, uma leitura de Marx que não considerava os fundamentos mais profundos de sua própria dialética no plano filosófico, ainda hoje insuperável, pela razão de que ela está recoberta por uma dialética política impressionista que se revelou idealista e fracassada.

Nenhum político brasileiro, e poucos no mundo, se revelaram melhores discípulos de Lao Tsé do que Luís Inácio Lula da Silva. Mas Lula é também um produto genuíno da dialética marxista. Para Marx, a história avança como resultado de conflitos entre forças materiais polares (para seu inspirador, Hegel, eram as forças de idéias polares), sendo uma conservadora, outra progressista, e de cujo embate sempre resulta a superação de ambas num nível superior. Em seu aspecto formal, trata-se da interação real entre tese, antítese e síntese.

Superação não significa domínio da antítese sobre a tese. Significa a interação de ambas numa síntese que contém elementos próprios de cada uma delas, porém numa direção nova. A grande novidade da dialética marxista, em relação a Hegel, é que ela coloca o conflito histórico recorrente no nível das forças materiais, e não no campo exclusivo das idéias. Isso não chega a ser contraditório em relação à dialética política marxista, a qual, confiada no conhecimento humano dos determinantes de sua própria história, entendeu possível ser eliminado o conflito de classes pelo domínio absoluto de uma classe, os trabalhadores, sobre a outra, os burgueses.

A razão dessa extrapolação política é em si mesma simples: se a dialética formal exige que, no conflito entre tese e antítese, a síntese que o supere guarde elementos de ambos, o que se guarda do capitalismo na construção do comunismo pela liquidação da burguesia não são elementos das complexas relações sociais por esta criada, mas sua característica material fundamental: o espetacular desenvolvimento das forças produtivas realizado pelo capitalismo, exaltado inclusive pelo Manifesto Comunista de 48. Este seria herdado e apropriado pelos comunistas. Concilia-se assim dialética formal com dialética política, na medida em que esta rejeita a superação do conflito mediante interação das classes em favor da idéia de eliminação, no comunismo, não só da classe burguesa, mas de todas as classes.

Marx não chegou a ser muito preciso a respeito do que pensava ser a marcha da história depois do comunismo. Em geral, confiava num processo de emulação (não de competição) entre trabalhadores, estes em condições sociais iguais, para produzir o progresso tecnológico numa sociedade sem classes. Idealismo puro. Num certo sentido seria o fim da História tal como a conhecemos, ou seja, como um processo dialético, ou de conflitos. Mais de um século mais tarde, um pensador norte-americano, Francis Fukuyama, também achou que estávamos ao ponto de chegar ao fim da História, porém mediante um processo dialeticamente inverso: pelo predomínio absoluto do neoliberalismo e a eliminação do reformismo social tradicionalmente perseguido pelas esquerdas.

Vimos ao longo do século XX e neste início do XXI que os processos históricos são bem mais complexos, não obstante a validade formal da dialética marxista e hegeliana: a limitada burguesia capitalista e a ampla classe dominante feudal, numa área remota e pouco desenvolvida do mundo, a Rússia, foi liquidada por um golpe de um punhado de trabalhadores e uma multidão de camponeses liderados por intelectuais, mas disso não resultou o fim das classes. Resultou, sim, na lenta criação de uma nomenclatura privilegiada em face de massas subjugadas, trucidadas e amordaçadas, não obstante algum progresso material inicial.

Na China, outra área remota de camponeses, a revolução comunista triunfante só se estabilizou e colocou o país na trilha do desenvolvimento após a consolidação de uma elite dominante tecnocrática que tem características mais próximas do antigo mandarinato do que do mundo burguês ocidental. Nesses dois grandes países, a tese não era o capitalismo, mas algo próximo do feudalismo; a antítese, depois do interregno caótico comunista, está sendo o próprio capitalismo liberal importado, embora com elementos sociais. A síntese, não revolucionária, está em processo. É como se a história tivesse feito um desvio geográfico, o equivalente de um epiciclo planetário no sistema cosmológico de Ptolomeu. Na era nuclear, a guerra, anteriormente o fato supremo da Geopolítica, já não pode ser, como havia afirmado Clausewitz, a continuação da política por outros meios: o adversário não pode ser destruído sem uma simultânea autodestruição, mas, sim, absorvido num processo de negociação e de composição sem derrotados definitivos.

O que aconteceu ao longo desse período no Ocidente, berço da dialética, do capitalismo, do comunismo e da Geopolítica de Clausewitz? Aconteceu o curso da dialética real, traçando um rumo da história que se revelaria também o mais próximo do princípio de Lao Tsé: à sombra do conflito de idéias e de interesses entre capitalismo liberal e socialismo real, debaixo do medo do comunismo soviético e dos comunistas internos, um grupo de nações européias, liderado pelos nórdicos, promoveu a síntese social democrata, com elementos aproveitados dos dois sistemas em conflito, porém superando-os. De um lado, o respeito à propriedade privada e o prêmio pelo esforço, pela inovação e pela competência; de outro, os programas sociais promovidos pelo Estado a partir de uma pressão crescente por igualdade de oportunidades sobre a renda nacional, porém de caráter não revolucionário, através da expansão dos orçamentos públicos pela força da cidadania ampliada.

O conflito geopolítico entre as potências hegemônicas antagônicas, Estados Unidos e União Soviética, à sombra do terror nuclear, dominou a segunda metade do Século XX e de certa forma obscureceu as nuances do modelo social democrata europeu na sua fase de construção e de consolidação. É da natureza de qualquer conflito político a radicalização. Acontece que, na era nuclear, a radicalização política tinha e tem limites: os falcões norte-americanos não podiam colocar em prática seus propósitos de levar a União Soviética à rendição por meios militares, assim como permaneceu como letra morta o artigo do programa do PCUS de destruir o capitalismo e o imperialismo (norte-americano). Entretanto, uma retórica estridente num plano impraticável não deixa de produzir resultados mobilizadores na base.

No plano da ideologia, da propaganda e da imprensa engajada do pólo norte-americano, toda pessoa com preocupações sociais era taxada de comunista; com isso, nos Estados Unidos, tendo por epifenômeno a caça às bruxas do Senador McCarthy nos anos 50, o progresso social a partir do Estado seria lento. Mais do que isso, sob a vasta área de influência norte-americana do lado ocidental, se era possível a consolidação da social democracia no norte da Europa, tornou-se bem mais difícil importar esse modelo pelos países atrasados ou, como se diz hoje, em desenvolvimento. Uma das razões, talvez entre as principais, era de natureza contraditória, e inequivocamente ideológica: os comunistas não queriam reformas, queriam revoluções. Nisso, acabavam como aliados efetivos dos conservadores que também não queriam reformas.

A Europa teve mais sorte. Dois marxistas geniais, Eduard Bernstein e Karl Kautsky, se deram conta no começo do século XX de que entre a classe burguesa e a classe operária o movimento real da história, num curso bem diferente do previsto por Marx, estava produzindo relações sociais complexas na forma de classes médias cada vez mais amplas, com interesses próprios diferenciados das outras duas. Foram acusados de renegados e expurgados do marxismo oficial. Não obstante, foram eles que abriram as portas para o reconhecimento de uma síntese social democrata no plano teórico. Foi graças a ideólogos como eles que a pequena Suécia não caiu na armadilha da luta ideológica radical, fundando efetivamente a social democracia ainda nos anos 20.

Nós não tivemos a mesma sorte. O máximo de acomodação que nossos ideólogos de esquerda conseguiram produzir no espaço entre os dois pólos ideológicos foi o conceito de revolução nacional burguesa, num momento em que o capitalismo de fora para dentro já se estava tornando internacional e o capitalismo de dentro para fora conquistava boas oportunidades associando-se com o externo, ambos contribuindo para expandir os limites das incipientes classes médias. Fernando Henrique Cardoso elaborou o conceito com um trejeito de neutralidade acadêmica, expurgando-o do apelo revolucionário. Sua teoria da dependência é a teoria do desenvolvimento capitalista subordinado, por cima das relações sociais concretas internas, o que tentou levar à prática em sua Presidência. Certamente foi mais realista que os ideólogos revolucionários comunistas. Mas não correspondeu ao Brasil real, ou às forças sociais reais que prevalecem no Brasil desde os anos 90.

O quadro mais complexo do Brasil contemporâneo está retratado na Constituição original de 88. Foi essa Constituição, renegada inicialmente pelos parlamentares do PT e colocada sob suspeita pelos conservadores, que gerou Lula, sendo que Lula esteve no centro dos acontecimentos sociais e políticos que geraram a abertura política na ditadura, e a própria Constituinte de que seria uma consequência. Isso é dialética no mundo real, não no plano das idéias. O sentido mais profundo da Constituição é que ela refletia, ou aparentava refletir, uma força política que correspondia a uma efetiva democracia de cidadania ampliada. O fato político mais decisivo rumo à ampliação da cidadania foram as históricas greves de 1978, 79 e 80, em confronto direto com as restrições do governo autoritário. Lula foi o líder inconteste dos trabalhadores organizados nessa greve, e a aura do sucesso lhe abriu o caminho para que, transcendendo o sindicalismo, acabasse sendo o grande líder das massas indiferenciadas que acabou sendo: os pobres eternamente relegados a segundo plano pelo orçamento público no Brasil. Esses pobres, inclusive analfabetos, viram reconhecida sua cidadania na Constituição de 88, além de amplos direitos sociais. Os conservadores só tiveram tempo de espantar-se diante do novo quadro político, e preparar uma contra-ofensiva, através da recorrente pregação posterior de reformas liberais.

No início Lula foi celebrado como um herói contra a ditadura. Como boa parte das classes médias estava contra a ditadura, seja por razões ideológicas, seja por sentimentos democráticos genuínos, é possível que ele no início tenha tido relativamente mais apoio nas classes médias pelo que parecia ser, e menos apoio das classes subalternas pelo que ainda não era. Isso se reflete nas várias eleições presidenciais que disputou e perdeu, antes da vitória em 2002. O partido que construiu era um curioso ajuntamento de sindicalistas, intelectuais e católicos progressistas, com um poder de atração considerável sobre a juventude, dada a inclinação natural desta para uma espécie de veneração romântica da classe trabalhadora (o que, em outro tempo, era um grande fator de recrutamento de quadros pelos PCs).

Sabemos que a Constituição de 88 não foi plenamente aplicada. Aliás, em várias partes e em momentos posteriores ela foi de fato estuprada, desde o Governo Collor ao Governo Fernando Henrique. Qual a razão disso, à luz da dialética? A razão é que os avanços nela inscritos não correspondiam a uma expressão genuína do jogo de poder entre forças sociais reais, mas a uma concessão romântica de forças políticas progressistas, que detiveram por um momento o poder parlamentar, mas não o poder real. Este estava nas mãos dos conservadores que iniciaram o movimento anti-progressista ainda com o Centrão e iriam aprofundá-lo com o movimento de desestatização, privatização e corte de direitos sociais nos anos posteriores.

Estes foram anos em que o Brasil, tradicionalmente sujeito à influência de ideologias externas, sucumbiu à avalanche neoliberal em progresso no mundo. Já antes da desarticulação da União Soviética o socialismo real se desmoralizava mundialmente como conseqüência da falta de liberdade individual e de fracassos no plano material, desde o atraso tecnológico a ondas de desastres agrícolas. Depois da desarticulação, comunistas brasileiros e simpatizantes do socialismo viram-se sem referência política. Não era uma característica exclusiva nossa. Os tradicionais partidos de esquerda europeus, e o próprio Partido Democrata norte-americano, também sucumbiram. Não estranha que Fukuyama tenha, nesse contexto, vislumbrado o fim da História.

O Governo do intelectual Fernando Henrique foi o reflexo medíocre desse processo: passará à História como um apêndice irrelevante do neoliberalismo europeu e norte-americano. Foi a crise financeira de fins dos anos 90, coroando anos seguidos de virtual estagnação econômica, que apontou a fragilidade do modelo neoliberal adaptado a condições brasileiras. O relaxamento das certezas políticas em torno dele, que abalou parte das próprias classes dominantes, abriu espaço para que emergissem demandas de baixo para cima com potencial de influir no processo político. Lula ocupou esse espaço, porém com uma extraordinária habilidade instintiva para construir uma alternativa entre radicalismos de esquerda e de direita.

Poderia ter sido feito de outra forma? O início do primeiro Governo Lula foi decepcionante para a maioria dos progressistas, inclusive para mim. De saída, ele trouxe para o núcleo central da política econômica um presidente do Banco Central extraído do próprio sistema neoliberal. Acrescentou-se a isso, pela mão de um Ministro da Fazenda convertido à ortodoxia econômica, um compromisso explícito com uma política fiscal restritiva, igualmente a pleno gosto dos neoliberais. Em face de uma taxa de desemprego alarmante, esses movimentos na política econômica poderiam ser justificadamente considerados concessões excessivas à direita e uma traição à maioria do povo que o elegeu. Por cima de tudo, a política social oscilava num plano ainda indefinido.

Em contrapartida, o quadro herdado do Governo anterior era, por sua vez, de extrema complexidade. A despeito de uma taxa de juros básica elevada, a inflação tinha disparado. As reservas cambiais minguavam. Uma especulação desenfreada havia provocado uma explosão da taxa de câmbio. As expectativas empresariais eram sombrias em relação às iniciativas do primeiro partido de esquerda que chegava ao poder no Brasil. Diante disso, a presença de José Alencar, um grande empresário, no cargo de Vice Presidente, era um hábil expediente político, porém não necessariamente efetivo (acabou sendo).

Então aconteceu o imprevisível: os ventos internacionais começaram a soprar a favor. O boom da economia mundial e sobretudo da China puxou para níveis até então inimagináveis as quantidades exportadas e os preços das commodities vendidas pelo Brasil, possibilitando o início de um processo de rápida acumulação de reservas externas; a taxa de câmbio tinha atingido níveis tão altos (quase R$ 4,00) que, mesmo com sua progressiva redução por força do aumento da taxa de juros, subiram também as exportações de manufaturados, em face do ambiente externo igualmente favorável; por efeito da melhora do quadro externo, o mercado interno começou a reagir, inclusive com moderada recuperação do emprego, ao ponto de que, em 2004, o Banco Central se sentiu no direito de dar uma travada na economia para supostamente combater pressões inflacionárias. O resto é conhecido: recuo em 2005 e nova retomada, desta vez mais consistente, a partir de 2006. E uma firme virada política na direção do atendimento às aspirações dos mais pobres e das políticas sociais universais a partir de 2004.

Imagine-se um caminho diferente: Lula teria composto um Ministério econômico mais progressista e implementado políticas mais populares desde a saída. Seria um confronto direto com as classes dominantes conservadoras. No passado, estas tinham o Exército a seu favor, e reagiriam pelo recurso tradicional de um golpe. Agora, dispõem de forças igualmente poderosas: uma parte considerável da grande mídia que forma a opinião pública – muitas vezes em contradição com os interesses reais desta última.

Vimos, pela eleição de Dilma, que a grande mídia tem um poder construtivo limitado: a seu gosto, teria sido eleito Serra. Contudo, seu poder destrutivo não pode ser subestimado. Para o bem ou para o mal, ela destruiu o governo militar, desmoralizou o Plano Cruzado e a moratória do Governo Sarney, promoveu o impeachment de Collor, desestruturou o PT no mensalão. Não fora a força carismática imbatível de Lula, e sua empatia com o povo, além dos meios de informação mais democratizados da internet, e ele e sua sucessão seriam igualmente destruídos pela mídia. Imagine, pois, uma situação de crise geral do país, como anteriormente assinalada, em que um governo inexperiente de esquerda começasse a tomar medidas contra os interesses da classe dominante, muito especialmente os interesses do estamento financeiro entrelaçados com preconceitos ideológicos das classes médias, e que têm as maiores contas de publicidade: seria simplesmente massacrado e desestabilizado pela mídia, inclusive em face da contribuição eventual de petistas tão embriagados pelo poder que fossem capazes de produzir algo tão moralmente repugnante como um mensalão na órbita do palácio!

É claro que a especulação sobre o que poderia ter acontecido se Lula tivesse tentado fazer um governo puro de esquerda (o que é exatamente isso?) é perfunctória, depois do fato consumado. Entretanto, o caminho seguido é uma lição de história... e de dialética, ou da aplicação prática da doutrina de Lao Tsé. Estranho que, quem a tenha dado, seja um torneiro mecânico treinado apenas no sindicalismo, sucessor de quem era considerado um dos mais brilhantes intelectuais brasileiros. Contudo, talvez seja essa a explicação. Lula nunca pregou a destruição do capitalismo. Nas greves históricas que promoveu, era sobretudo um negociador de aumentos salariais. E em geral sabia até onde poderia ir em termos de reivindicações para não inviabilizar a empresa e destruir a fonte de emprego do próprio trabalhador.

Testemunhei isso. Em 1978, eu era subeditor de Economia do “Jornal do Brasil” e fui indicado pelo editor, Paulo Henrique Amorim, para coordenar as edições das greves do ABC. Na época o “Jornal do Brasil” era o principal formador de opinião brasileiro e o fato de ter aberto duas páginas diárias para as greves foi decisivo para sua repercussão em nível nacional, já que a conservadora imprensa paulista praticamente se omitiu no início delas.

Terminadas 40 dias de greves, fui a São Bernardo para conhecer pessoalmente Lula. Estive com ele um dia inteiro. Entre os relatos que me fez, lembro-me de um sobre uma fábrica de uns 400 empregados que haviam parado e o chamado para negociar o aumento. Queriam 20%. Lula negociou, e obteve o acordo. Duas semanas depois, os operários entraram em greve de novo. Queriam mais 20%. O dono da fábrica desesperou-se. Não podia dar. Lula foi à fábrica e convenceu os empregados, em assembléia, a desistir do pedido.

Esse fato singelo antecipa o que Lula foi na Presidência da República: um hábil negociador e conciliador. Ele não é e nunca foi um revolucionário que quer fazer a História dar saltos, mas um visionário que quer empurrá-la aos pouco. É a personificação da síntese entre contrários na visão dialética: é a negação da negação, a continuação da política por meio da política. Não o confundam, porém, com o estereótipo do político mineiro tradicional: o político mineiro é um protótipo do príncipe de Lampeduza, que quer mudar para que as coisas continuem como estão. Lula quer efetivamente mudar, e, no seu jeito de fazer composição, arranca compromissos aos poucos, sem ruptura.

Por que, então, ele é tão odiado por uma fração das elites e das classes médias? É uma parte pequena da sociedade, mas com capacidade de vocalização. E é a clientela preferencial dos grandes jornais. Em geral, são privilegiados, e seus interesses básicos foram preservados no Governo Lula. Assim, seu ódio é de estrito fundo ideológico. É um reflexo tardio da doutrina neoliberal que, derrotada pelos fatos a partir da crise financeira iniciada em 2008, ainda não foi entendida como um fracasso retumbante no Brasil, em razão justamente da mediocridade ou da parcialidade de grande parte de nossa mídia. Diga-se, a bem da verdade, que o Ministério de Lula e de sua sucessora também guardaram e guardam resíduos neoliberais. Entretanto, a direção geral das políticas públicas tem um claro viés popular. Não é o ideal, mas o que talvez permitam as circunstâncias.

Isso se revelou sobretudo no enfrentamento da crise financeira mundial que eclodiu em 2008. Alguém deve ter dito a Lula que se tratava de uma marolinha, que o Brasil passaria ao largo dela. Entretanto, quando os fatos demonstraram o contrário, em especial em face de uma explosão no desemprego em dezembro de 2008, o Governo começou a mexer-se. E a medida a meu ver mais eficaz sequer podia ser interpretada como uma iniciativa conjuntural anticíclica. Foi o aumento real de 7% do salário mínimo, fruto de negociação anterior entre centrais sindicais e patronato sob condução de Lula.

O aumento do mínimo injetou uma soma considerável de recursos novos na economia pelo lado da demanda, o que, somado ao estabilizador automático do Bolsa Família e de outros programas sociais, parou a queda do produto e sustentou o início da retomada, estimulado também por reduções de tributos. Do lado da oferta, a principal iniciativa foi a transferência ao BNDES de R$ 100 bilhões (depois mais R$ 80 bilhões) diretamente do Tesouro, o que assegurou a sustentação e ampliação do investimento produtivo deficitário para fazer face à reativação de demanda que estava sendo estimulada. Se não foi possível evitar a queda do PIB em 2009, já no terceiro trimestre havia sinais claros da recuperação que se configuraria em 2010.

Evidentemente que haverá quem, de forma sincera, ache que Lula fez pouco. Isso suscita uma das recorrentes discussões teóricas em dialética: qual a margem de liberdade que o conflito entre interesses reais deixa para a decisão individual do líder? Sabemos que há margens de liberdade, mas sabemos também que, no processo político em andamento, o líder não sabe de antemão quais são. É justamente aí que entra sua inteligência, ou sua intuição. Depois do fato, e sobretudo depois que se sabe a reação do adversário, ou de suas conseqüências, é fácil dizer que haveria um caminho melhor. No fragor da luta, tudo depende de uma avaliação que nem sempre está no campo racional, mas sim no da intuição.

Entre o primeiro e o segundo mandato, Lula poderia ter mandado o presidente do Banco Central para casa. Era o principal empecilho a um crescimento brasileiro mais vigoroso. Talvez ele o fizesse, não fosse a eclosão do mensalão, que o deixou muito fragilizado politicamente. Poderia também ter recorrido a uma política fiscal efetivamente desenvolvimentista, forçando a redução dos juros e por aí liberando recursos fiscais para investimentos produtivos, como queria José Alencar. Não o fez, talvez temendo a reação da mídia. E isso, como dito, não é de subestimar: duas medidas importantíssimas do segundo Governo, a liberação do controle fiscal sobre os investimentos da Eletrobrás, e a capitalização da Petrobrás com reservas do pré-sal, foram recebidas com uma avalanche impressionante de críticas, não obstante sua importância vital para o desenvolvimento brasileiro.

No balanço geral, Lula fez um governo bom para todo mundo, o que se refletiu com justiça nas pesquisas de opinião. Poderia, aliás, inverter a frase: como mostram as pesquisas de opinião, Lula fez um governo bom para todo mundo. Só os obstinados radicais de oposição podem questionar isso. O que se pode tentar fazer é explicar esse fenômeno racionalmente. Talvez nem seja racional. Lembro-me que, no início da crise do mensalão, e amargando uma queda de popularidade que vinha desde antes, Lula deu a uma repórter de tevê amadora uma entrevista em Paris. Foi uma coisa patética, num ambiente patético, e com uma aparência patética. Entre outras coisas, disse que quem está no quarto andar do palácio (Planalto) não sabe o que acontece no terceiro, e que foi traído por alguns companheiros. Assisti à entrevista e fiquei perplexo. Lula parecia destruído.

A partir dali, nas semanas seguintes, a credibilidade de Lula começou a subir. Subiu até ganhar a reeleição. A única explicação é que o povo se apiedou dele, de seu isolamento, visível naquela entrevista improvisada, e se identificou ainda mais com o homem do povo que chegou ao poder e que estava sendo atacado impiedosamente pelas elites dominantes.

Critiquei muito a política econômica do Governo Lula no primeiro mandato. Não tenho muitos motivos hoje para mudar de opinião, mesmo em relação ao segundo mandato. Entretanto, como disse uma vez Alencar, “fizemos tudo errado mas deu tudo certo”. Examinando o passado e sondando o futuro, Delfim Netto disse a mesma coisa, com outras palavras: “Lula teve vento a favor, Dilma terá vento contra”. Em qualquer hipótese, a marca das políticas sociais de Lula ficará gravada para sempre na História do Brasil. Dificilmente se poderá recuar delas, sobretudo depois que ele fez sua sucessora. Isso não compensa exatamente a política econômica conservadora, mas é muito mais que simples populismo porque tem a força de criação de direitos ancorados na democracia de cidadania ampliada.

Em certo momento do primeiro mandato de Lula, estava tão indignado, como disse, com sua política econômica que encerrei um ensaio com uma paródia mais ou menos assim: “Lula, como Moisés, levou seu povo até a beira da Terra Prometida. Mas diferente de Moisés, que não entrou nela, Lula entrou sozinho”. Esse juízo se revelaria, com o tempo, um dos mais injustos que fiz em mais de 40 anos de jornalismo. Acho hoje que um pedaço do Brasil, justamente o dos mais desassistidos desde a escravatura, recebeu de Lula uma oportunidade para entrar na Terra Prometida. Afinal, o que prometeu em suas campanhas, de modo mais enfático, não foi mudar a política econômica. Foi ver dois pratos de comida, por dia, na mesa de cada brasileiro.

Por isso vejo Lula como o filho da dialética. Em escala, é um modelo reduzido, embora eloqüente, do futuro do mundo. Esse futuro não será uma volta pura e simples ao capitalismo liberal dos Estados Unidos, ainda a potência econômica dominante, nem o avanço em direção ao modelo de capitalismo sem liberdade da China, a potência emergente. Será uma superação de ambos. Algum forma política que combine liberdade empresarial e liberdade individual, e alguma forma econômica que combine estímulo ao empreendedorismo privado e maior regulação estatal.

(*) Economista, doutor pela Coppe/UFRJ, professor de Economia Internacional na UEPB.
(Carta Maior)

Mário de Andrade

Mário de Andrade: da paulicéia ao desvario de todos os brasis
Na dimensão de uma cidade multifacetada, até certo ponto bastante cruel para com seus habitantes, Mário de Andrade percebeu o poético inadivinhado de um mundo em construção. Sabia que São Paulo era um empreendimento constante e que, nas suas pegadas, adviria um país inteiro a reboque.
Enio Squeff
Talvez não seja apenas significativo que o mais importante intelectual brasileiro da primeira metade do século XX, tenha nascido em São Paulo - que fosse um mulato e que tivesse pensado o Brasil em praticamente todas as instâncias da sua cultura - das artes plásticas, ao folclore, passando pela música, a literatura e sabe-se mais o quê. Mário do Andrade, de fato, poderia ter se cingido à paulicéia em seus desvarios como o maior centro a se industrializar no País - com seus rios a se ndo intoxicados pelos dejetos das fábricas em seus primórdios; e o seu crescimento desmesurado, com a chegada da mão-de-obra barata vinda principalmente do nordeste. Caberia, quem sabe então, inquirir se foi Mário de Andrade quem inventou São Paulo; ou se foi São Paulo que pariu Mário de Andrade. A última hipótese parece a mais plausível: se o homem é a sua circunstância, não haveria como imaginar outra resposta. É a velha história: sem a Revolução de 1789, a França não teria sido invadida. E, então, Napoleão seria apenas um bom aluno da escola militar Real, de Paris, etc. etc.. Mas Napoleão fez a história da França. Logo...

Seja como for, Mário de Andrade parece ter intuído bem o contexto da predominância de São Paulo sobre o resto do País. Ou nasciam daqui as reflexões totalizadoras sobre um Brasil ignorado pelos brasileiros, ou seria difícil a síntese que ele intentou ao mobilizar intelectuais de norte a sul, para pensar, criticamente, o Brasil, para dissecá-lo, em suma. É muito provável, contudo, que a idéia que daí nasceu, acabaria de uma certa maneira diluída. O personagem "Macunaíma" - "ai que preguiça!" - persiste, sem dúvida, na idéia do "bom malandro"- o tipo simpático que, até certo ponto, ainda se define no brasileiro "cordial". Mas os migrantes que assumiram seus lugares nas linhas de montagem das indústrias, constituíram-se num modelo de trabalhador disciplinado, sofredor e até conformado. No fundo, bastante diferente do personagem arquetípico do brasileiro inventado pelo escritor.

Ao que parece, os "macunaímas" que baixaram em São Paulo, conformaram-se de que até Deus só descansou no sétimo dia, precisamente porque o mundo novo, contemporâneo do capitalismo em mutação, é feito sempre de segundas-feiras; ou melhor, de um ativismo acróitico impreterível, não muito diferente daquele do comendador, o empresário típico, do mesmo "Macunaíma". Esse, como conta o livro, devorava homens por não ter, igualmente, qualquer consciência da autofagia também inscrita na sua atividade. Tempos atrás, um dos maiores industriais brasileiros - paulistano naturalmente - ao admitir só ter saído do Brasil a trabalho e, ao conceder que iria viajar com a esposa para, finalmente, tirar férias depois de dezenas de anos - não concluía, por via de conseqüência que, como dizia Manuel Bandeira ( grande amigo de Mário de Andrade), trabalhara para ter toda uma vida "que podia ter sido, mas que não foi".

Mário de Andrade, a seu turno, ele próprio, no fim das contas parece ter sido muito pouco "macunaímico". Os que o conheceram, dizem ter sido um trabalhador incansável. Foi o que afirmou com a sua autoridade de grande mestre, o professor Antônio Cândido num programa da TV Cultura dedicado ao escritor, levado ao ar uma semana atrás. Como disse o professor, Mário nunca deixou de responder cartas, fossem de seus amigos, fosse do mais obscuro candidato a poeta do interior de Minas ou do Rio Grande do Sul. No fundo -e a constatação é anda de Antônio Cândido - Mário de Andrade, mercê da sua grande generosidade, foi sobretudo um grande epistológrafo - talvez o maior do Brasil - mas sem qualquer dúvida, o mais consciente. .

Fica a pergunta: teria assumido que, como paulistano, haveria que responder ao Brasil nos limites não só da sua importância, mas da proeminência de São Paulo em face do resto do País?

É possível. Talvez projetasse que a inevitabilidade do progresso, visto como uma condenação (que era o que dizia do progresso, Euclides da Cunha ), induziria a que o Brasil se espelhasse em São Paulo. E que muitas de suas mazelas contagiassem todo o resto, como, afinal, aconteceu. No que lhe cabia como parte da sua "paulistanidade" assumida, Mário de Andrade prevenia-se de que seu missionarismo cultural, era a única resposta a um modelo que logo se tornaria hegemônico. E que, de um modo geral, só faria por alienar o Brasil de si mesmo.

Talvez seu anti-positivismo tenha sido o mais notável, da sua contribuição, não apenas para a Paulicéia. Ao insistir numa obra eclética, na qual cabia tudo - da crítica musical, à literatura assumida tanto na poesia, quanto na ficção, ao ensaísmo, mas principalmente na insistência sobre o "nenhum caráter" de seu personagem símbolo, Macunaíma- ele prescrevia a fórmula contra a alienação do sistema que então se iniciava: na sociedade capitalista, administradora de mentes e vontades: o olhar só se espraia quando se nutre da naturalidade de ser homem. Macunaíma, seu personagem-símbolo, morre feliz nos braços alagados da mãe-d'água. Para Mário, a crítica a ser sorvida seria o que ele afirmava no que, em seu poema "Ode ao Burguês", sobressai como negatividade e que ele condenava, como "a digestão bem feita de São Paulo/o homem curva/ o homem-nádegas/ o homem que sendo francês, brasileiro, italiano/ é sempre um cauteloso pouco-a-pouco".

Mário de Andrade, felizmente para ele próprio, não viveu a eclosão da ditadura de 64: essa teria sido o último capítulo do positivismo virtual que engendrou a cidade para o pior que ele previra. De repente, o pouco caso com os seus rios, a própria defesa da poluição como fator de progresso, impôs-se ao país como que um mau modelo a ser seguido. E se São Paulo ainda sofre os efeitos da lição que ela, como cidade, receitou para si própria, talvez caiba um retorno a Mário de Andrade. A começar pelos momentos finais da sua vida (morreu relativamente moço, com não mais de 51 anos).

É de se cismar, por exemplo, em torno da forma com que foi demitido do Departamento de Cultura (que ele criou), e que, quem o pôs no olho da rua, tenha sido justa e significativamente um de seus possíveis antípodas - o engenheiro e prefeito Prestes Maia. Deveria ter alegado algumas razões para fazê-lo, mas o professor Antônio Cândido, em seu depoimento, não hesitou em considerar a intensa campanha de difamação contra o escritor, o motivo maior para a sua demissão.

Supondo-se, enfim, as razões sempre alegadas para as demissões de quem quer que seja- a começar pelo princípio absurdo "de que ninguém é insubstituível"- consoante a consideração capitalista de que todos os homens são apenas mão-de-obra (como se um Beethoven pudesse ser trocado por qualquer Zé Mané de seu tempo), o que resta, para algumas reflexões sobre São Paulo, não é tanto o legado do escritor, mas o do prefeito.

Prestes Maia foi o homem que fez de São Paulo o reduto preferencial dos automóveis: as razões que o induziram a prever o crescimento da indústria automobilística talvez encontre defensores entre urbanistas ou muitos economistas. Na esteira do progresso e da industrialização, o automóvel aduz um salto qualitativo importante, tanto para, a longo prazo, dificultar o trânsito das pessoas, quanto para poluir as cidades. Pode-se agregar, portanto, como ganhos para alguns setores, o estresse despendido nos carros e, sobretudo, a poluição, que implica o crescimento da rede hospitalar. Afinal. o crescimento do PIB faz-se também na ocorrência de hecatombes. Difícil imaginar, a propósito, que Mário de Andrade trocasse de bom grado ir para a sua casa, não de metrô, mas de automóvel. Seria, em suma, a negação da visão de Prestes Maia que ele introduzisse o metrô em São Paulo, e não o automóvel como, aliás, aconteceu. Inclusive, naturalmente, com a abertura das grandes avenidas da cidade, a concluir - durante a Ditadura- pelas que se alagam nas Marginais.

Uma das questões a ser pensada, talvez seja essa. E que resulta ser o paulistano Mário de Andrade o maior repto ao prefeito que hoje é nome de avenida. Dá-se que o homem que, no fundo da sua condição de paulistano, foi o melhor pensador da cultura brasileira, deve ter tido bem claro o que o esperava, como parte da dinâmica da cidade que o fez. Na verdade, a auto-destruição como resultado do crescimento de São Paulo estava já inscrita na sua poesia, nos seus ensaios e muito na sua música: Mário pespegou como ninguém no folclore, na música popular de seu tempo (nada a ver com a música industrializada de hoje em dia), a riqueza de toda uma cultura. Na dimensão de uma cidade multifacetada, até certo ponto bastante cruel para com seus habitantes, ele percebeu o poético inadivinhado de um mundo em construção. Sabia que São Paulo era um empreendimento constante e que, nas suas pegadas, adviria um país inteiro a reboque. Primeiro como um modelo a ser seguido - que foi como os militares conceberam a sua "república" positivista, que eles inauguraram depois de 64; mais tarde, enfim, com a quase sem saída do modelo, a rigor, bem sucedido para o sistema. No tempo de Mário de Andrade, que corresponde ao momento em que surgem Villa-Lobos, Portinari, Carlos Drummond de Andrade, Guimarães Rosa, Camargo Guarnieri, Graciliano Ramos, Érico Veríssimo e por aí afora, a paulicéia não era ainda o desvario paradigmático para o resto da civilização brasileira.

É uma questão a ser pensada, mas é o que fica do seu poema "Meditação sobre o Tietê", talvez a melhor pergunta de um paulistano a sua cidade mais que quadricentenária:

"Por que os homens não me escutam? Por que os/ governantes/ Não me escutam? Por que não me escutam/ os plutocratas e todos os que são chefes e são fezes?/ Todos os donos da vida?/ Eu lhes daria o impossível e lhes daria o segredo/ Eu lhes dava tudo aquilo que fica pra cá do grito/Metálico dos números, e tudo/ O que está além da insinuação cruenta da posse,/ E si acaso eles protestassem que não/ Que não desejam/ A borboleta translúcida da humana vida, porque/ preferem/ o retrato a óleo nas inaugurações espontâneas,/ Com béstias de operário e de oficial imediatamente/ inferior/ É palminhas e mais os sorrisos das máscaras e a profunda comoção,/ Pois não! Melhor que isso eu lhes dava uma felicidade/ deslumbrante/ De que eu consegui me despojar porque tudo sacrifiquei,/Sejamos generosíssimos. E enquanto os chefes e as fezes/ Da mamadeira ficassem na creche de laca e lacinhos,/Ingênuos brincando de felicidade deslumbrante:/ Nós iríamos de camisas aberta ao peito/ Descendo verdadeiros ao léu da corrente do rio,/ entrando na terra dos homens ao coro das quatro/ estações".

Há muito mais neste paulistano que arrostou o futuro da sua cidade. Mas houve também a bonomia brincalhona - esta, sem dúvida, macunaímica - que é o que talvez nos salve. Foi quando Mário de Andrade definiu-se a si mesmo: "Eu sou um escritor difícil/ Que a muita gente enquizila/ Porém essa culpa é fácil/ De se acabar duma vez/ É só tirar a cortina/ Que entra luz nesta escurez".

Enio Squeff é artista plástico e jornalista.
(Carta Maior)

Lula

Passaportes dos filhos de Lula são legais
Posted by eduguim on 08/01/11 • Categorized as Reportagem











Nos últimos dias, a “dobradinha” entre mídia e oposição a que se referiu , em dezembro, o então ministro da Comunicação Social do governo Lula, Franklin Martins, apareceu de novo, provavelmente como prenúncio dos tempos que virão de continuidade das eternas picuinhas da mídia contra o agora ex-presidente petista, fantasma que esses veículos de comunicação aliados ao PSDB e aos seus satélites partidários julgam que precisam exorcizar até 2014.
Como dissera Martins, a mídia “levanta a bola” e a oposição “corta”. Foi assim no caso da RENOVAÇÃO dos passaportes diplomáticos de familiares do ex-presidente Lula. A mídia inventou uma ilegalidade qualquer na medida do Itamaraty, em uma conduta hipócrita que será explicada mais adiante, construiu uma manchete propícia à “escandalização do nada” e a oposição já veio “cortando”, dando declarações difamantes contra o ex-presidente da República e sua família.
Em seguida, cumprindo o bom e velho script de guerra a Lula que vige desde 1989 na mídia, o indefectível Ophir Cavalcante, presidente da Ordem dos Advogados do Brasil, sempre disposto a oferecer teses “legais” para a dobradinha tucano-midiática, faz uma “ameaça” aos filhos de Lula, de que se não devolverem os passaportes diplomáticos que têm desde que o pai se tornou presidente pela primeira vez, em 2003, serão “denunciados”.
A principal tese da mídia é a de que o Itamaraty não poderia ter “concedido” – e o correto seria dizer “renovado” – o passaporte diplomático a Marcos Cláudio Lula da Silva, de 39 anos, e a Luiz Cláudio Lula da Silva, de 25 anos, porque são maiores de 21 anos e esta faixa etária seria o limite para concessão desse documento a que têm direito o ex-presidente da República e seus dependentes. Estes, contudo, só teriam esse direito até essa idade.
Só agora a mídia transformou em escândalo um fato que vigeu durante os oito anos do governo Lula. Por que não “denunciou” antes que ao menos o filho de 39 anos de Lula tem passaporte diplomático? Simples, porque está começando uma campanha difamatória contra o ex-presidente que fará a que se viu durante o seu mandato parecer uma prolongada declaração de amor.
O PSDB, por meio de Globos, Folhas, Vejas e Estadões, bem como dos seus babados, está se dedicando a transformar em escândalo uma prática que vige há muito tempo e que beneficia a um espectro amplo de pessoas, incluindo gente da oposição tucano-midiática, como revela boa matéria do jornal O Estado de São Paulo sobre o assunto.
A concessão de passaportes diplomáticos no Brasil, no entanto, é muito mais comum do que se pensa, tendo até uma página do Itamaraty na internet em que é possível obter as informações necessárias para a concessão de um documento que o Estado brasileiro concede a qualquer um que considere que deve recebê-lo, pois decreto da Casa Civil da Presidência da República dá à autoridade competente a prerrogativa de tomar tais decisões.
A questão de idade dos dependentes dos beneficiados por passaportes diplomáticos é, também, passível da subjetividade do ministro das Relações Exteriores, em última instância. Não é por outra razão que o Itamaraty oficializou, em maio do ano passado, a concessão de passaportes diplomáticos a parceiros gays de servidores que trabalham nas representações do Brasil no exterior, conforme matéria do portal R7 que pode ser lida aqui.
A mídia está usando a decisão de Marcos Cláudio Lula da Silva de devolver um passaporte que afirma que nunca usou como “prova” de que estaria se beneficiando de uma ilegalidade, da qual só abre mão por ter sido “denunciado”. Será uma pena se Marcos fizer isso, pois, apesar da “ameaça” do tucanérrimo Ophir Cavalcante, não existe a menor possibilidade de um processo dessa natureza prosperar sem que venha a tona que há muito gato gordo do setor privado – inclusive da mídia – beneficiado por passaporte diplomático.
Na verdade, o passaporte diplomático não importa em qualquer ônus para a sociedade. Apenas dá regalias àqueles que o Ministério das Relações Exteriores considera que, por projeção social, política, econômica ou cultural, entre outras, devem ter.
As regalias são de trâmites mais rápidos e isentos de maiores constrangimentos nos setores de imigração de outros países. Os passaportes diplomáticos não geram custo de qualquer espécie para os cofres públicos. A concessão deles, historicamente comum no Brasil, só poderia ser questionada com chance de sucesso se um cidadão como qualquer outro o recebesse sem uma explicação tão boa quanto a de ser filho de um ex-presidente da República.
O PT e a presidente Dilma Rousseff cometerão o mesmo erro que cometeram no primeiro turno da campanha eleitoral do ano passado se acharem que podem adotar uma postura fleumática diante dos ataques da mídia confiando em que esses ataques não lhes reverterão em prejuízos políticos. Mas esse é assunto para um outro post, a ser publicado no momento certo.
Tagged as: filhos de Lula, Itamaraty, OAB, Ophir Cavalcante, passaporte diplomático, passaportes diplomáticos
(Blog da Cidadania)

Marxismo

Para:
geraldo_v_2000@yahoo.com.br
Marxismo: ¿Se salvó algo del diluvio? (Parte I)
Marcos Winocur (Desde México. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

Índice

1. Utopía, te odio y te quiero
2. ¿Salta Lenin el atlas?
3. Marx: la muerte se asoma y saca la lengua
4. San Marx y san Lenin que estáis en los cielos...
5. Conclusiones

1. UTOPÍA, TE ODIO Y TE QUIERO

“Parecía imposible ¡pero sucedió! De repente, el sol dejó de salir sobre el horizonte”. Fue un comentario público de Fidel Castro a propósito de la caída de la URSS. Y bien, sol, adiós, los tercermundistas hemos quedado a oscuras. Con infinita paciencia buscamos velas y cerillos, a ver si algo podíamos iluminar. Pero no estábamos preparados y nos pusimos nerviosos, abrimos la cajita al revés y los cerillos fueron a parar al suelo...

Pues, sí, la URSS podía estar llena de defectos y contradicciones -y lo estaba: más de lo que se creía- pero funcionaba como contrapeso frente a Estados Unidos. Y un día... se acabó la bipolaridad y desde entonces una pregunta ha quedado flotando en el aire: ¿Hemos vivido un sueño, una utopía?

Veamos si se puede aproximar una respuesta.

En sentido estricto, utopía es la propuesta de un nuevo modelo de realidad, que ésta rechaza. “Tercos son los hechos”, dijo alguien apodado “El Moro”. Precisamente, por realidad o por hechos, me refiero a los obstáculos de todo tipo que impiden en definitiva la aplicación de una propuesta a futuro, y la convierten en utópica. Obstáculos puestos tanto por la naturaleza física o biológica, como por la sociedad vigente. Si se propone contradecir la ley de gravedad, irnos de viaje a las estrellas, o volvernos inmortales, Mamacita Naturaleza dice “no” y rotula: “ciencia ficción”. Si se propone contradecir el sistema social, los mayores obstáculos provienen de la resistencia ofrecida por las estructuras mentales dominantes, que dicen “no” y rotulan: “somos las guardianas de la identidad”.

Por el momento, así están las cosas.

Durante siglos, durante milenios, las estructuras mentales se acompasan a la realidad que les ha hecho nacer, es el caso del feudalismo en el Oriente de Europa, notoriamente de Rusia: el zarismo gobernaba, los campesinos trabajaban y las estructuras mentales dominantes se transmitían de generación en generación. Eran poderosas, más, mucho más de lo que después se pensó. Pues ellas adquieren el don de la autonomía, nada de pedir permiso a la realidad para perpetuarse. Así, cuán feudal se conservaba Rusia y cuán capitalista había pasado a ser con los años, fue la preocupación de Lenin a los fines del siglo XIX, la cual le llevó a escribir "El desarrollo del capitalismo en Rusia". Pero ciertamente la cuestión no era inquietud de las clases dominantes, sólo esto les importaba: que el orden social y político se perpetuara, enunciado que muchos reducían a “la policía, los servicios de inteligencia y el ejército cuidan de nosotros”.

Hay que recordar que en la Rusia zarista, la servidumbre recién fue abolida en el último tercio del siglo XIX, y muchos ni se dieron por enterados. El país había ganado un sólido prestigio en Occidente como el más atrasado de Europa. Así, en 1917 la realidad hacía agua por los cuatro costados y las estructuras mentales dominantes tomaban sol en las playas, nada les preocupaba. Fue entonces la revolución. Era el momento de proponer un modelo social alternativo.

Pero... dejemos mejor la palabra a Marx y a Fernand Braudel. El primero dijo: “El peso de las generaciones muertas oprime el cerebro de las vivas”, versión dramática del dicho francés: “le mort saisit le vif”, es decir, “el muerto atrapa al vivo”. Y Braudel: “Las ideas son cárceles de larga duración.” Esa pervivencia pudo constatarse al cierre de la experiencia soviética. Si en 1917 la revolución pasó al primer plano, en 1991 las estructuras mentales del ayer, anteriores a 1917, hicieron espectacular reaparición en el mundo capitalista de hoy y desde entonces a él intentan acompasarse. Dejaron el desván de las neuronas, donde habían hibernado por tres cuartos de siglo, y se cobraron revancha borrando del mapa a la URSS.

Creo que aquí podría terminar este artículo. Pero un maligno afán perfeccionista me lleva a continuarlo. Cabría entonces examinar el cierre de la experiencia soviética, en fin, una preguntita rondando las cabezas. ¿Por qué cayó la URSS? ¿Fue en verdad una utopía? Después de tres cuartos de siglo de experiencia socialista, la URSS se vino abajo como castillo de naipes. Las estructuras tradicionales, mezcladas con mentalidad de empresario barato y mafia al más puro estilo occidental, se hacían dueños de la Plaza Roja, resucitaban San Petersburgo en lugar de Leningrado. ¡Increíble! Y bien, a más de una década de haber ocurrido, la pregunta continúa pareciendo endemoniadamente difícil cuando a mi criterio la respuesta es endemoniadamente fácil: hubo un “no” masivo de repudio al socialismo, tanto en la URSS como en otros países, que sin falta debió ser atendido.

Pero, “fácil” y todo, la cuestión desde luego no queda agotada. Es un tipo de respuesta que despierta otras preguntas. ¿Y por qué hubo ese rechazo del conjunto de la sociedad civil hacia el socialismo sin distinguir a su seno entre malo y bueno, sin tratar de perfeccionar el sistema?

Aquí debemos recurrir a la “larga duración” de Fernand Braudel. La naturaleza humana está sentada en el banquillo de los acusados. Se le brindó una serie de opciones de socialismos de filiación marxista, y a todas dijo “no”. Desde la genocida de Pol Pot y su khmer rojo en Camboya, a la autogestionaria, tempranamente antiestalinista, permisiva y de rostro humano de Tito en Yugoslavia, y a todas la naturalza humana dijo “no”. ¿Es abusivo concluir que optó contra la cooperación mutua y prefirió la competencia capitalista donde vale la ley ciega del mercado, esto es, de la selva?

Pero no podemos echarle las culpas a la naturaleza humana cuando ésta no es fruto del pecado original sino resultado de las experiencias, es decir, de la Historia. La naturaleza humana es un relato de violencia, poder y explotación, actuante durante milenios al seno de sociedades fracturadas en clases sociales cuya lección aparente es así resumida: “el hombre es el lobo del hombre”, como decía Plauto hace siglos y repitieron después Bacon y Hobbes, que glosó Gracián. Y cuya lección de fondo es la lucha de clases.

Ahora bien, esas constataciones son resultado del acto reiterativo. Éste va creando la identidad de la especie, que se vuelve naturaleza aprisionando al individuo. Fue Aristóteles quien señaló en frase no del todo comprendida: “La costumbre es una segunda naturaleza”.

De modo que llevamos puesta una doble naturaleza: la biológica y la costumbre. Heredamos la primera, adquirimos la segunda y luego también la heredamos por generaciones con tanto imperio como la biológica, la aristotélica "costumbre" deviene en estructuras mentales.

Y bien, a medida que las tecnologías se fueron desarrollando, la selva y su león dejaron de ser problema y el hombre descubrió que su peor enemigo era... ¡el hombre mismo! “Homo ominis lupo”, para decirlo en latín. Y desterrar esa condición milenaria, no se logra de la noche a la mañana ni, al parecer, de unos siglos a otros. Hubo gran confianza en el fervor revolucionario, se vio a la gente, al gris y rutinario “hombre de la calle” de pronto transfigurarse, encontrar energías y capacidad de sacrificio, el gran ejemplo fue la gesta de los franceses del 89. Así, Marx pudo escribir: “la revolución es la locomotora de la Historia, en días se condensan años”. La euforia sin embargo fue perdiendo fuerza, así la gesta francesa del 89-94 y al tribuno fogoso de Dantón sucedió la espada de Bonaparte. Tal el ciclo 17-91 de la URSS, se constata cómo las ancestrales estructuras mentales, que se creían idas para siempre, sólo habían dejado la superficie: vestidas de racismo y genocidio, esperaban su oportunidad. Ocurrió en la tierra del socialismo marxista “más bueno”, en Yugoslavia.

Cuéntase -y la fábula ha sido recogida en el filme “Juego de lágrimas”- que una vez vino una terrible inundación y la sola manera de salvarse era cruzar de inmediato el río y arribar a la otra orilla. La ranita se dispuso a hacerlo cuando el escorpión le rogó que lo llevara montado a sus espaldas. Accedió finalmente la ranita y, a medio cruzar el río, el escorpión le clavó sus dos tenazas, condenando así a ambos a morir. ¿Por qué...? alcanzó a articular la ranita. No pude resistir mi naturaleza, contestó el escorpión. Así, el hombre.

Y entonces, la pregunta que hice: ¿Es abusivo concluir que en la URSS y en otros países se optó contra la cooperación mutua, prefiriéndose la competencia capitalista donde vale la ley ciega del mercado, esto es, de la selva?

Desde luego, no se trata de ignorar la convergencia de factores de orden coyuntural. Me refiero al rezagarse de la URSS en la carrera con EU, y especialmente en el rubro más sensible, el de los armamentos. Son patéticos los esfuerzos de los gobernantes soviéticos para disuadir a EU de su proyecto “Guerra de las Galaxias”, idea que se agita cuando el reinado de Ronald Reagan. La razón está clara, la URSS no tenía -ni tiene hoy Rusia- capacidad tecnológica para poner en marcha su réplica ni para financiarla. Finalmente, Bush hijo ha puesto manos a la obra en EU. Pero, desde mucho antes, la impotencia de la URSS en este rubro que -nada menos- hace a la correlación de fuerzas, llevó a los líderes soviéticos a una especie de parálisis. El Breznev de los años setenta y el Gorbachov de los ochenta no pudieron viajar a la Luna después que los norteamericanos lo hicieran en el 69, ni en definitiva frenar la carrera en los armamentos. Y es curioso: mientras ésta pesa sobre los hombros del Estado socialista como recursos que no irán a los bolsillos del pueblo, para el Estado capitalista significa un elemento al cual echar mano cuando se trate de paliar las crisis de sobreproducción, siempre divisadas en el horizonte.

La debilidad de la URSS prohijó una correspondiente mentalidad de derrota ratificada patéticamente en el campo diplomático. Ofrezco, proclamó unilateralmente Gorby -es decir, llevó el juego en esa dirección- reunificar las dos Alemanias a cambio del olvido del proyecto “Guerra de las Galaxias”. Silencio en la Casa Blanca. Propongo, levantó Gorby la oferta, además, incluir en el paquete la disolución unilateral del Pacto de Varsovia. Silencio en la Casa Blanca. Ofrezco, subió Gorby todavía más la oferta, dejar en libertad de acción a los llamados países satélites de Europa del Este, Polonia... Más bien digan -aquí la Casa Blanca rompió su silencio- que ya no los pueden controlar.

Finalmente, se pagaron todos esos precios, uno sobre el otro, a cambio de... nada. Por otra parte, ligado a esto, se iba abriendo paso la idea de que podía canjearse la renuncia al socialismo por paz, es decir, el cese de la amenaza nuclear sobre las cabezas, el poder dormir sin la amenaza constante del holocausto, propia de los años de guerra fría. En fin, todo se fue sumando en la coyuntura de los años ochenta dando por resultado el colapso de 1991, cuando quedó claro que el perder los países aliados de Europa del Este no era suficiente. Es aquí donde entra a jugar Yeltsin, llevando los “vientos de libertad” mucho más lejos: los pueblos integrantes de la URSS que no quisieran continuar perteneciendo a ella, podían irse. Así, la URSS se desintegró y en su lugar quedó Rusia rodeada de nuevos países soberanos.

Una resbaladilla política que se fundaba en una correlación de fuerzas desfavorable. La URSS no tenía con qué negociar. Y sin embargo, a mi entender, los estudios no pueden limitarse al nivel coyuntural, barajando factores que hacen al “cuándo” pero no al “porqué”. Éste, insisto, se encuentra en otro lado y lo hemos adelantado: los ciudadanos soviéticos y de otros países dijeron: “no”. Ellos constituyeron la debilidad de la URSS. Como parte de la mística revolucionaria, se consideraba que el espíritu proletario de por sí podía evitar la burocratización, el autoritarismo, la quiebra de la legalidad y otros vicios a partir del cambio en las relaciones sociales de producción. La experiencia ha demostrado que no. Es cierto que el desaire a las consideradas utopías socialistas fue de inmediato reemplazado por la adhesión a la utopía capitalista, y aquí los medios, la CIA y el Papa jugaron su papel. Pero ese “no” pronunciado cada vez más fuerte, partió de la gente que, después de décadas de vivir el socialismo de raíz marxista, lejos de convencerse, se había puesto en contra.

¿Por qué cayó la URSS? Intentar una respuesta nos lleva luego a interrogarnos sobre una cuestión paralela: ¿cómo es posible que nadie se diera cuenta de lo que se venía? Si esta pregunta se dirige a la CIA, la respuesta será la de un funcionario: nuestros informes fueron incompletos, luego los procesamos mal, nos faltó “feeling”. Si esta pregunta se dirige a los marxistas, la respuesta más sincera es ésta: teníamos mierda en la cabeza, todo iba a terminar bien, a la manera del “happy end” del cine de los cuarenta. Nadie asumía los riesgos. Y se decía: la URSS se acabará cuando ella quiera, es decir, en un mundo comunista, sin fronteras, no antes. Ya ven, la soberbia, los agentes de la CIA deben ser reciclados mentalmente, los marxistas ídem.

Y bien, estamos hablando ya no de la coyuntura que precipitó el colapso, sino de la condición necesaria para que éste sucediera. Puedo proponer los planes más perfectos para la vida futura pero si en definitiva la gente -supuestamente beneficiaria- dice “no”, por los motivos que sean, la idea queda en utopía, no se realiza a pesar de ser factible. No es que no se pueda, no se quiere. Esa negativa generalizada fue a nuestro entender condición necesaria para el derrumbe, aunque no condición suficiente. Esto último quedó a cargo de los factores de orden coyuntural, algunos de los cuales hemos rápidamente mencionado, que apuraron y dieron remate al proceso.

Ahí se inscriben los “aportes” estalinistas, pero tampoco convenció el modelo antiestalinista de Gorby en los años ochenta. Su intención manifiesta fue un socialismo antiautoritario pero la situación se le fue de las manos, al punto que Reagan, de visita a la URSS, pudo declarar: “yo no lo hubiera hecho mejor”. En suma, de parte del pueblo ruso fue un repudio tanto a la línea dura de Stalin como a la línea blanda de Gorby. Así, la sonrisa se dibujó para los ciudadanos del Este cuando el sucesor Yeltsin abrió oficialmente las compuertas al capitalismo en los años noventa... satisfacción que poco duró, los exsoviéticos pudieron advertir hasta qué punto el modelo capitalista había sido maquillado por la propaganda occidental. Pero ya era tarde.

Y bien, tan fuerte es la necesidad de autoengaño frente a la adversidad, que la gente está dispuesta a creer en las utopías, reemplazando unas por otras, las que considera fallidas por las nuevecitas y relumbrantes, aun cuando sepa que nada las garantiza. En ese sentido, tanto puede serlo una religión como una propuesta política. Tanto el cristianismo como el comunismo. La sociedad de las almas virtuosas alcanzadas por la salvación es tan igualitaria como la sociedad donde todo mundo es proletario, una en el Cielo y la otra en la Tierra, ambas nadando en la felicidad. En diferentes épocas y ciclos de la Historia, las utopías cristiana y comunista tuvieron la virtud de arrastrar tras de sí a las masas. Éstas marcharon a la reconquista del Santo Sepulcro y se llamaron Cruzadas, o bien, más modestamente, van hoy a rendir tributo pacífico y multitudinario a la virgen de Guadalupe todos los doce de diciembre en México. Así, la utopía religiosa en Occidente.

Los cristianos tuvieron sus catacumbas y sus mártires, acabando por ser poder en la misma Roma que tanto los combatiera. Desde entonces y por dos mil años, la influencia del Vaticano ha tenido sus oscilaciones, tendiendo hoy a una declinación (no confundir con el carisma personal de Juan Pablo II). Pero su ciclo milenario no se ha cerrado. En cambio, para el comunismo se cuenta una escasa centuria y media a partir, digamos, del “Manifiesto” de Marx y Engels al promediar el siglo XIX, a la caída de la URSS a fines del XX. Los mártires del comunismo fueron también incontables, hombres y mujeres que no vacilaron en dar lo mejor de sus vidas y luego sus vidas mismas en el mundo entero, en guerras, revoluciones y protesta social. Y que también conquistaron el poder. Frente a Roma, sin embargo, Moscú fue apenas un suspiro, si de duración se trata. De todos modos, la fe de un marxista no le ha ido en zaga a la de un cristiano, pagando cada una su precio.

Esa creencia absoluta, en unos casos fe, en otros fanatismo, a veces sin poder distinguir una de otro, ha ido acompañada por razonamiento. Éste, bien que a la zaga de la fe, no por eso inútil. El marxismo recoge la idea de que los grandes ciclos históricos van marcando un desarrollo progresivo. Se pasa de las llamadas sociedades del tributo (modo de producción asiático) y del esclavismo a la organización feudal y de ésta a la sociedad capitalista. El progreso se marca naturalmente en el desarrollo de las tecnologías y en cómo la situación del explotado va mejorando. Esto último interesa especialmente al marxismo. Los subalternos no desaparecen del cuadro social pero cada vez la distribución de los bienes, en general, resulta más equitativa y también de los derechos que la sociedad les reconoce. Y esto ocurre porque, de época en época, hay un mayor fondo de bienes producidos aun cuando nunca lo suficientemente grande para beneficiar a todos. Y bien, dice Marx, con la revolución industrial del capitalismo ese paso se ha dado, en adelante nadie debe sufrir hambre, nadie debe continuar explotado, hay suficiente para todos por primera vez en la Historia.

El cristianismo también recurre al razonamiento, plantea el Paraíso como la justa recompensa a las acciones y pensamientos del hombre, cada uno juzgado individualmente. El hombre está dotado del libre albedrío, el cual lo hace responsable, sus actos e intenciones se definen por el bien o el mal, y según ellos responde. El juez supremo de los creyentes es Dios, para los comunistas es la Historia. Ya influido por un pensamiento de izquierda, es lo que proclama Fidel Castro ante el tribunal que lo juzga por el asalto al cuartel Moncada en Cuba: “La Historia me absolverá”.

De modo que el hombre está inmerso en la realidad, la hace objeto de conocimiento y la transforma a su medida, la cual varía con el paso del tiempo y pasa por el socialismo científico, el único históricamente válido, reiterarán después los partidos comunistas, el cual, agregarán, comienza con Marx y Engels. El primero llegó a escribir que “la humanidad en rigor sólo aspira a aquellas metas que puede alcanzar”. Y en realidad, la humanidad lo hace con ésas y con las otras metas, las utópicas, ambas son sus amores y, si fallan, sus odios.

Claro, siempre se podrá discutir: las cosas salieron mal, cometimos errores graves, todavía no estaban dadas las condiciones, etcétera. Es inevitable: para mantenerse firme en la larga, larguísima batalla por las metas que cree poder alcanzar y en cuyo camino es derrotado una y otra vez, el hombre sueña y sólo acaba de deslindar las metas posibles de las utópicas cuando las primeras se realizan y las segundas no. Es decir, en los hechos, en la vida misma, se ponen a prueba las empresas ideológicas. Las religiones, utopías con creyentes en un más allá. El comunismo, utopía con creyentes en el más acá. Por su cuenta, “el hombre sin atributos” como diría el novelista Robert Musil, el “hombre de la calle”, blindado ante las ideologías y muy atento a sus conveniencias personales, ha acertado en adherir a la revolución industrial, cuyas condiciones favorables fueron madurando con los siglos, hasta encontrar el mejor lugar para eclosionar en Inglaterra, siglo XVIII, abriendo de par en par las puertas al capitalismo. Ya en el siglo XX o, si se quiere, desde el último tercio del XIX, este hombre apuesta al boom tecnológico más que a la revolución social, esto es, se mantiene fiel y apegado al marco capitalista. Y así ha entrado al siglo XXI.

Y bien, el siglo XXI con su cofre de maravillas. Lo abrimos y el sistema solar se nos ofrece a las expediciones como antes, en el siglo XV, el planeta se brindó a Cristóbal Colón, Vasco da Gama, Magallanes, Sebastián el Cano. Vendrá entonces la subsecuente colonización del sistema solar, como ocurriera con el planeta. Y tantos otros pasos de gigante. El hombre hacedor de hombres u otros seres vivos. Las fuentes de energía renovables, tal la nuclear. El viaje a la Luna. Todo eso era visto como sueños y se ha probado que no lo son. Porque, mientras las cosas no sucedan, el hombre todos los proyectos formula, y tras el logro de todos se lanza. Uno de los sobresalientes ha sido la revolución industrial blandiendo la caldera a vapor y el boom tecnológico su continuidad, un astronauta que flota en la ingravidez. Así ha caminado el mundo en estos tres últimos siglos a ritmo acelerado, más en función de la empiria que de las ideologías.

Utopía, te odio y te quiero. Te odio porque contemporáneamente sólo has existido en la cabeza de los hombres, no en sus manos. Te quiero porque permaneces en la esperanza de una segunda oportunidad. Utopía, te odio y te quiero.

2. ¿SALTA LENIN EL ATLAS?

Había una vez un señor chaparrito, pelón, colmilludo él, que aspiraba a convertirse en abogado y dio en líder revolucionario allá por 1917...un señor que todo el tiempo daba lata con eso del imperialismo y la lucha de clases, un señor muy bueno y amigo de los pobres, según unos, y muy malo y enemigo de la humanidad, según otros. Un señor llamado Lenin.

Sé de alguien que coleccionaba frases palindrómicas, es decir, que se leen igual de izquierda a derecha, como al revés, de derecha a izquierda. En estas épocas de transfiguraciones políticas, donde hay que mantenerse actualizado para saber donde está parado cada uno, si a la izquierda o a la derecha, si al centro o al centro izquierda, etcétera, en épocas así se hace necesario encontrar una palindrómica para Lenin.

Y ya la hay. Es más, es atribuida a Julio Cortázar. Pero equivocadamente. La confusión surge de que el autor de la frase era su amigo, también escritor y argentino: Juan Filloy, de la ciudad de Río Cuarto, quien escribió siete libros cuyos títulos están formados por siete letras (“Caterva”, y no me acuerdo de los otros). Y entre sus actividades intelectuales, se contaba la búsqueda de frases palindrómicas, su colección contiene varios miles. Cortázar menciona su nombre en “Rayuela”. ¿Y cuál es la palindrómica hallada por Juan Filloy? La siguiente: “Salta Lenin el atlas”.

Y la verdad es que últimamente lo salta más bien poco, citas su nombre y te das la gran quemada...

Por ejemplo, el caso del imperialismo. ¿Sirve para algo lo que Lenin escribió? Veamos. Él habló de la tendencia dominante en los mercados, favorable a constituir monopolios... ¿tendrá algo que ver con esta fiebre de fusiones vivida en los dos últimos años? Así, consignaba Lenin, el imperialismo es la fase superior del capitalismo (los monopolios son los peces gordos que se comen a los peces chicos) y antesala del socialismo. Lo primero, puede ser. Lo segundo, fíjense: me asomé a la antesala y todos se habían retirado porque nadie los atendió... se cansaron de esperar. Luego, Lenin habló del capital financiero... la verdad, los bancos se hacen cada vez más antipáticos. Y luego, escribió que se incrementa la exportación de capitales en detrimento de la exportación de mercancías, puede ser, vea usted las maquilas, no sólo en México sino en muchos otros lados del Tercer Mundo. Y finalmente las guerras, decía Lenin, son inevitables en esta época de disputa de los mercados.

Ahora bien, si se quiere ir más allá de las consignas, es indispensable situar a Lenin en un contexto más amplio, la ardua polémica sobre el tema, entablada entre quienes se reclamaban continuadores del pensamiento de Marx. Todo, con el telón de fondo de una guerra mundial a desatarse en 1914. Hobson, Hilferding, Kautsky, Rosa de Luxemburgo y otros, se ven involucrados en la polémica. Por su parte, Lenin escribe su libro titulado “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, al cual presenta como “ensayo popular”.

Entonces, de este variado escaparate usted puede escoger lo que le guste, y dejar lo que no. O bien remitirse a los hechos. Veamos. Las naciones del occidente europeo, a la cabeza Inglaterra, la reina de los mares, se repartían o se disputaban entre sí las colonias. En 1917, con la revolución rusa, cambió el panorama. La URSS sin embargo quedó aislada hasta ocurrir la II Guerra Mundial (1939-1945), ocasión para crear un campo de naciones socialistas y hacer viable un Tercer Mundo. El globo se vio ante una bipolaridad donde sobresalían Estados Unidos y la URSS. Con esa división vino la guerra fría aproximadamente a partir de 1947. Las armas atómicas nos quitaron el sueño, en particular a los pueblos ruso y norteamericano, rehenes de la guerra fría.

Un poco más tranquilos pudimos dormir cuando la URSS renunció al comunismo, allá por 1991. Al parecer, se había acabado la guerra fría con su equilibrio del terror atómico. Pasamos a vivir en un mundo unipolar. No obstante, la nueva Rusia heredó las armas nucleares de la URSS, sin contar otros países que también las poseen, como India, Pakistán, Israel, Francia, Inglaterra, China. Hace más de medio siglo, EU arrojó dos bombas atómicas, una en Hiroshima, otra en Nagasaki y con ello puso fin a la II Guerra Mundial. Le fue relativamente fácil tomar la decisión: nadie iba a darle una o dos cucharadas de su mismo chocolate, EU detentaba entonces el monopolio mundial del holocausto, hoy ya no. Y finalmente, el terrorismo poniendo a prueba al Unipolar, a ver qué tan invulnerable es.

Tal puede ser el recuento de un mundo donde todos hemos acabado siendo más o menos capitalistas, no faltaba más. ¿Sigue Lenin saltando el atlas? Veamos. Él no niega que pueda existir en el futuro (en su futuro) un ultraimperialismo único, más: reconoce que tal es la tendencia al presente (en su presente). Y esto resulta muy a lo unipolar que estamos viviendo. Pero el tema en aquel entonces no se debate, Lenin rehusa discutir un posible futuro cuando el presente acucia y el fenómeno se da de manera múltiple: imperialismos que entran en contradicción al límite, estalla entre ellos la I Guerra Mundial (1914/1918). No haber valorado suficientemente esa realidad, es una de las críticas de Lenin contra un teórico socialista de la época, Karl Kautsky, ya mencionado, y a quien, años después, dedicará un libro cuyo título lo dice todo: “El renegado Kautsky”. Y bien, ya no podemos pedirles su opinión y difícilmente alguno de ellos saltaría hoy el atlas. Pues... ¡a arreglárselas los huérfanos como mejor puedan! A contestar solitos, sin ayuda, a preguntas como ésta: ¿qué onda con la lucha de clases?

Y bien, Marx y Engels hace siglo y medio la llamaron el “motor de la Historia”. “Ya no lo es más”, se corrió la voz entre los partidos comunistas, al final de la II Guerra Mundial, saliendo el chisme por boca de Earl Browder, secretario general de los comunistas norteamericanos, siendo refutado por el francés Jacques Duclos. Años después, en los setenta, con una idea similar, apareció el llamado eurocomunismo y finalmente en los noventa, antes de desaparecer de escena, el PCUS decretó el final de la lucha de clases, ya en tiempos de Gorbachov. ¿Qué hay entonces en su lugar, cuál es ahora el motor de la Historia, o es que ya no lo tiene o nunca lo tuvo? Buena pregunta, pero los hechos no dieron tiempo a pensar en la respuesta. Vino el derrumbe: la URSS borrada del mapa, en su lugar, Rusia, Ucrania, Letonia, Lituania, Estonia, Bielorrusia, etcétera. Y como dijo Yeltsin a Gorbachov, quien hasta la víspera era el premier: “lo siento, se ha quedado sin país”. Y bien, la lucha de clases... siempre alguien la despide de su casa, pero da la impresión que no acaba de irse como esas visitas molestas que se vuelven desde la puerta: ¿no te conté de la Fulana...? Está buenísimo, resulta que en Seattle... Y nuevos chismes de esta señora que, claro, ya no rotula lucha de clases, sino problemas sociales, actores históricos, etcétera.

En fin, la vida, armada de la “astucia de la Historia”, contradiciendo las mejores cabezas, se abre camino en ellas mismas si están dotadas de voluntad crítica y autocrítica. Así, junto al Lenin de “no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria” se sienta el Lenin que cita a Goethe: “gris es la teoría pero verde es el árbol de la vida”. Como se ve, en estas palabras que hace suyas, no excluye la teoría marxista tan gris como cualquier otra. Pero no será óbice para declarar el mismo Lenin: “el marxismo es todopoderoso porque es cierto”. De modo que se ha encontrado “la Verdad”, y ésta otorga al marxismo el carácter de todopoderoso. ¿Qué tal? No tiene nada que envidiar a las religiones.

Así, pues, la teoría, muy útil si puede recoger la experiencia del pasado, generalizándola. Y muy dañina si se resiste a un futuro que la pone a prueba una y otra vez bajo el fuego cruzado de una nueva empiria, es decir, de la mutante vida. Otro ejemplo. Por un lado, Lenin insiste en la necesidad de contar, en vísperas de movimientos revolucionarios, con un partido de hierro, de militantes probados, de disciplina casi militar. Por el otro lado, Lenin insiste en el poder creativo de las masas, especialmente en el curso de los movimientos revolucionarios.

Tal -ejemplifica con el caso ruso- la formación de los soviets, integrados por campesinos, obreros y soldados que ya son operativos en 1905 y que, agrega Lenin, fueron el modelo que resistió las pruebas del futuro cuando lo adoptamos los bolcheviques en 1917 a la hora de hacernos del Estado. Desde luego, ambas situaciones -poder creativo de las masas y partido de hierro- pueden coexistir. ¿Pero no se da también el primero al seno del partido? Creo que Lenin tenía una cierta aprehensión respecto de la democracia interna -presupuesto para el desarrollo del poder creativo-, que la lucha de tendencias fuera a degenerar en escisiones y finalmente en atomización, en particular al faltar el líder, es decir, él. Y es aquí cuando, desde las últimas neuronas, adonde ha sido relegada por los mortales, la señora NOOjos -que así yo llamo a la muerte-, irrumpe y su proximidad lleva insensiblemente a un cambio de perspectiva. Lenin, ya muy enfermo, deja su testamento político con un mensaje entrelíneas:

-Soy irremplazable.

El líder soviético entra a considerar uno por uno a sus compañeros en la gesta de la revolución, los “bolcheviques históricos”, y a todos encontrarles un “pero”: uno por no ser dialéctico, otro por no saber tratar a la gente, un tercero por su pasado menchevique, cuando en realidad el motivo para vetar a este último era otro y saltaba a la vista: un judío difícilmente pudiera gobernar un país tradicionalmente antisemita, a pesar de su brillante actuación en los decisivos días de la toma del poder. Me estoy refiriendo naturalmente a Trotski, quien es el primero en reconocer ese handicap político. En fin, el testamento de Lenin es uno de los documentos más pobres de su carrera, terminando por proponer una ampliación de la base del colegio electoral, medida interesante por lo democrática, pero que no resolvía el problema. No tiene a quien recomendar, la autocracia será su sucesor.

Y... tenía razón, era irremplazable. En cuanto a nombres, no cabía buscar el mejor, apenas si el menos malo, tomando en cuenta no sólo sus capacidades individuales y sus relevantes aptitudes para equivocarse, sino la lucha de tendencias que se daba al seno del Comité Central, y que sólo un Lenin había podido conjurar para que no acabara en escisión. Bien él podría haber afirmado:

-Puede ser que los motivos esgrimidos en mi testamento político no fueran los mejores pero de todos modos se llegaba a igual situación sin salida. Además, quiero recordar que aconsejé el relevo de Stalin, quien había sido nombrado interinamente, recomendación que no se tuvo en cuenta con los resultados conocidos. ¿Otro en su lugar lo hubiera hecho mejor? A saber...

Así, su batalla personal contra el olvido se confundía con la realidad misma de aquellos años del poder soviético. Tanto no había digno sucesor como la figura de Lenin, por contraste, se levantaba. Una cosa suponía la otra. Como escribió un historiador occidental, desde la inauguración de su mausoleo se ha formado una fila inacabable de visitantes, tanto de día como de noche. Y estoy hablando de Lenin, quien, en definitiva, en los hechos, en su obrar, conjuntó fervor con razón, no permitiendo que el primero cayera en el fanatismo ni que la segunda perdiera sus luces en cada una de las batallas parciales que se fueron presentando antes y después de 1917. Lenin, a la vez, el más grande constructor de utopías de la Historia: quiso levantar el socialismo apoyándose en los contingentes obreros de las ciudades pero el océano campesino, ferozmente individualista, le recordó las palabras de Calderón de la Barca: “los sueños... sueños son”. Y las utopías, sueños organizados..., utopías son.

¿Salta Lenin el atlas? ¿Lo saltó alguna vez? ¿Lo saltará? El tiempo, y la contingencia a su seno, tienen la palabra. Dirán de la proyección a futuro, si la hay, dirán de los hechos del pasado con mayor ecuanimidad que hoy... si alguien llega a ocuparse del tema.

3. MARX: LA MUERTE SE ASOMA Y SACA LA LENGUA

Marx, optimista por convicciones, creyente en la revolución social... no pensaba gran cosa en la muerte, que se sepa. Y sin embargo, un elemental análisis del discurso muestra cómo de pronto la muerte se asomaba por entre áridos temas tratados por su pluma y decía, sacando la lengua: ¡aquí estoy!

Karl Marx está situado en las antípodas respecto del existencialismo de los siglos XIX y XX. Esto es, la corriente filosófica que rechaza las pretensiones de situar al centro valores que no sean la evidencia de las evidencias, la cual, por obvia, descuidamos: la existencia, el sí mismo de cada individuo.

Pero la existencia tiene su término y se llama muerte. Y con ella tenemos que vernos, hagamos lo que hagamos, alcancemos la gloria, el poder y el orgasmo en todos los órdenes, la muerte al final nos espera, como lo cantan las coplas del poeta Jorge Manrique. Y doña NOOjos suele jugarnos bromas pesadas apareciéndose allí donde menos se piensa para asustarnos, burlarse de nosotros y sacarnos la lengua. Como dirían en México: la Pelona es una pelada. Esto es, la Muerte es una grosera.

Y bien, vamos hacia el discurso del teórico del comunismo, registrando antes los antecedentes.

Por mediados del siglo XIX, Marx y su amigo y colaborador Engels, comienzan a escribir en serio. En 1848 redactan por encargo el “Manifiesto Comunista”, que de inmediato tuvo amplia repercusión. Por aquellos años, la idea de una sociedad más justa e igualitaria había ganado predicadores e iniciativas comunitarias se ponían en práctica, algo similar al hippismo de los años sesenta. Precisamente, para distinguirse de tal “competencia”, Engels escribió “Del socialismo utópico al socialismo científico”, particularizando en los casos de Saint-Just y sus seguidores, Owen y Fourier, idea que también campea, sin nombres propios, en el “Manifiesto”. Engels en su breve ensayo critica las limitaciones de los “utópicos” a la vez que los reivindica comprensivamente: entre los fines del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX -dice- no pudieron hacer más.

Y luego el autor traza su raya, el desarrollo económico y social alcanzado en su época ya permite ir más allá. Esto escribe Engels sin sospechar que Marx y él se llevarían la palma en materia de propuestas utópicas, la continuidad se daba con fuerza entre ellos dos y sus criticados predecesores. Un ejemplo lo brinda otro de los utopistas de la época, Étienne Cabet, quien en 1840 publica un libro de éxito inmediato, titulado “Viaje por Icaria”, donde proclama que la divisa del comunismo en la sociedad futura será: “De cada uno según sus fuerzas, a cada uno según sus necesidades”, según lo cronica el escritor peruano Mario Vargas Llosa (Letras Libres, 07-02).

La divisa fue por mucho tiempo atribuida a Marx, quien así la vertió: “De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”. Hay un ligero ajuste entre “fuerzas” y “capacidades”, que no cambia el hecho: ambas expresiones en el caso son equivalentes. El siglo XIX, iluminado por la reciente Revolución Francesa, conocerá la reedición de 1830 y las múltiples de 1848, precedidas por la gesta napoleónica y seguidas de la guerra franco-prusiana, el colonialismo y la Comuna de París de 1871. Un siglo de batallas, revoluciones y utopías. El esfuerzo de Marx por darle un contenido científico al socialismo, de poner los pies en tierra, lo lleva a formular una lectura de la Historia privilegiando los momentos de tensión: cuando las fuerzas productivas de una sociedad dada, tal el caso de la manufactura y la industria capitalistas en Europa occidental en los siglos XVII, XVIII y XIX, chocan en su crecimiento con el orden feudal. Le dan un ultimátum para que éste se retire de escena, no lo acata... ¡a las barricadas! Marx y Engels lo estaban viviendo precisamente en el siglo XIX, sin contar que el segundo participó en acciones bélicas, lo cual le valiera el apodo de “El General”.

Así, los dos teóricos del comunismo, y el ambiente que los rodeaba. Defendían la vida con fervor. No importaban las derrotas, las deserciones: con fe sentían que el futuro les daría la razón, el correr del tiempo iba a agudizar las contradicciones sociales y reforzar la experiencia, el crecimiento numérico de los proletarios y el desarrollo de su conciencia revolucionaria. Y en última instancia, era el combate a favor de la vida, contra la muerte. Pero a ésta no es tan fácil reducirla, aparece de pronto y, como decíamos, saca la lengua.

Las fuerzas utópicas de entonces no se atrevían a lidiar con ella, la consideraban un hecho fatal. Los trasplantes y demás progresos habidos en Medicina, la suba del índice de esperanza de vida en el Primer Mundo, la Biogenética, han puesto al hombre de hoy en posición de desafiar a la muerte dándole la cara con altivez en diálogo de tú a tú. Era distinto el juego en el siglo XIX, el trato con doña NOOjos sistemáticamente se rehuía y, cuando ya no había más remedio que recibirla, era al seno del hogar, tendido en la cama de toda la vida, ofreciéndole una copita de anís del bueno... Al siglo XX el hospital fue ganando espacios y a doña NOOjos se la comenzó a recibir en otro ambiente de más en más deshumanizado, envuelto el paciente en conductos de plástico, rodeado de tubos de oxígeno y de gente desconocida que llevan bata blanca...

Así, para morir en paz, la Europa occidental del siglo XIX en sus largos lapsos pacíficos, a pesar de la obstinación individual de negar a doña NOOjos hasta el último momento. Negarla oficialmente, pues esta señora igual se aparecía en forma de lapsus.

Pero veamos de cerca el discurso del teórico del comunismo.

En “El Capital” (“Crítica de la Economía Política”), la gran obra de su madurez y que le lleva décadas de documentada labor, Marx se propone desmontar el sistema capitalista y demostrar su irremediable declive. En el capítulo titulado “Capital constante y capital variable”, viene hablando de los “medios de trabajo”, así llama a los instrumentos necesarios para la elaboración de la materia prima. “Una herramienta, una máquina, un edificio, un recipiente, etc. (...) -ejemplifica Marx y agrega- Conservan su forma (...) lo mismo en vida, durante el proceso de trabajo, que después de muertos. Los cadáveres (...)” y aquí el autor repite la enumeración (FCE, I, 153). Tenemos ya bastante “necro alusión”, lo cual es inusual en Marx. En fin, quiere dar una idea de los fenómenos de envejecimiento y muerte que sufren los “medios de trabajo”, y los compara con los seres humanos.

Y líneas más abajo, el autor insiste: “A los medios de trabajo les ocurre como a los hombres. Todo hombre muere 24 horas al cabo del día. Sin embargo, el aspecto de una persona no nos dice nunca con exactitud cuántos días de vida le va restando ya la muerte.” (FCE, I, 153). Séanos permitido extraer del conjunto citado una expresión en particular, sin que por ello quede fuera de contexto. Es la siguiente: “Todo hombre muere 24 horas al cabo del día.”

Lo primero que llama la atención es la tautología. Es como decir: “Todo hombre muere un día al cabo del día.”

Por lo demás, Marx era cuidadoso al escribir, no dudaba en rehacer el texto con tal de darle mayor claridad, reclamo de su compañero Engels al leer los manuscritos de “El Capital”. Es difícil que se le escapara una frase tautológica, máxime en el tomo I, el único publicado en vida del autor, y destinado a dar una imagen positiva de toda la obra. Esto es lo primero que llama la atención.

Lo segundo es el contenido mismo de la frase. Aquí las cosas cambian. De la forma, es posible echarle las culpas al traductor. Del contenido, es más difícil. Hay que buscar por otro lado. Por ejemplo: que la frase en cuestión resulta marginal en el contexto, en poco -por no decir en nada- cambiarían las ideas expresadas a lo largo del volumen, ni tampoco en el capítulo y ni siquiera en el párrafo, si la frase se suprimiera. No versa sobre Economía, ni nada semejante, es en buen grado reiterativa. Pero, desde el punto de vista psicológico aplicado al análisis del discurso, el lapsus es notable: donde caben vida y muerte, el referente de comparación es sólo la segunda. Los “medios de trabajo” y el hombre hacia la muerte van, desde luego. Pero lo hacen de una cierta manera. Unos rindiendo su utilidad hasta el desgaste completo o la obsolescencia, el otro viviendo, que significa: haciendo cosas y dándose causas, entre ellas, la revolución. Los “medios de trabajo” rinden de entrada su capacidad plena y la reiteran por el resto de su vida útil. El hombre despierta sus aptitudes gradualmente con el aprendizaje, vive luego su mediodía y decae en vísperas de la noche. A ambos, como a todo en este mundo, les llega el fin, insistiendo Marx en referirse a la muerte tanto respecto de los objetos como para el hombre.

En ese sentido, la frase comparativa pudo ser: “Todo hombre vive y muere 24 horas al cabo del día.” Para quitarle todo rastro tautológico y volverla más elegante y hegeliana, se propone la siguiente: “Un día más de vida es un día menos de vida”. Así, sin mencionar el antipático “muere”, se lo reconoce presente, acompañando a la existencia paso a paso. Claro, Marx ya no puede escuchar la sugerencia, lástima. Otra vez será.

La idea de este matrimonio entre vida y muerte no es nueva, ni tampoco el hecho que, al correr de los días, vamos dejando la primera y acercándonos a la segunda. En una obra iracunda para la época de su publicación, mediados del siglo XX y titulada “El libro negro”, su autor, Giovanni Papini, retrocede una centuria y atribuye estas reflexiones a Sören Kierkegaard: “la vida misma en su conjunto no es otra cosa que la actuación de la muerte y el prepararse progresivamente para ella. Lo que llamamos ‘vida’ es la agonía que más o menos se prolonga entre la salida de la Nada y el regreso a la Nada.” La cita es apócrifa, debida a la inventiva confesa de Papini y luce importante por tratarse de Kierkegaard, pionero entre los filósofos existenciales, que muere en 1855. Por entonces Marx está ya en plena actividad intelectual, y de la cita cabe decir con los italianos: “se non è vero, è bene trovato”. Si no es verdad, merece serlo. En efecto, la idea señalada estaba ya en el ambiente en tiempos de Marx, y ella abrió la puerta a doña NOOjos en donde menos se pensaba encontrarla, en las páginas de “El Capital”.

Así, se puede pensar que en todo caso se trata de “peccata minuta” desde que el filósofo más representativo de la corriente existencialista, Heidegger, no había nacido y el maestro de éste, Husserl, era un niño cuando Marx publicaba el primer tomo de “El Capital” en 1867. Pero... un momento. Estaba vivo y en la plenitud de su ascendiente el pensamiento del papá Hegel, legando: a Marx la dialéctica, a Heidegger el “ser-para-la-muerte”, fórmula ya consignada por Hegel a principios del siglo XIX en su “Ciencia de la Lógica”. Heidegger la lleva hasta las últimas consecuencias, Hegel es el autor. Y es cierto que el mismo Marx comentó que en la elaboración de “El Capital” estuvo hegeliano en demasía. De modo que la “peccata minuta” tal vez no sea tan “minuta”.

Con toda claridad, Madame de Sévigné en 1689 explicita la idea: “avanzamos sin cesar hacia nuestro fin y cada vez nos encontramos más muertos que vivos”. Y viene a colación la sentencia latina: “vulnerat homnes, ultima necat”. Es decir, refiriéndose a las horas: “todas hieren, la última mata”.

Por mi parte, debo reconocer que durante mucho tiempo dudé. ¿Y si el “extrapolador” de la muerte no fuera Marx sino yo, haciendo una lectura tendenciosa de su texto? Voy al laboratorio social, me dije, él dirá. Y lo tenía a mano en Argentina. En una reunión de estudio, expuse ante los “compas” la idea de estos “medios de trabajo”, rematando en la comparación entre máquina y hombre, en el fenómeno de envejecimiento y muerte de ambos, repitiendo textualmente a Marx pero sin citarlo, de modo que la dichosa comparación quedó como de mi cosecha.

La reacción fue instantánea, particularmente de los varios economistas presentes, a saber: yo estaba sacando conclusiones abusivas “que jamás Marx haría”, todo ese “pastiche” de la muerte estaba fuera de lugar.

Quedé ampliamente satisfecho: si el párrafo en cuestión era despojado de la autoridad de su autor, se veía francamente extrapolado y antimarxista... ya ven, un Marx antimarxista. En fin, yo había pasado exitosamente la prueba en el laboratorio social, podía, alguna vez, desarrollar el tema con tranquilidad.

Y bien, no se trata de un afán puntillista ni de descubrir un “Marx existencial”, tampoco de sentarlo en el banquillo de acusados, sino de verificar cómo, allí donde menos se lo esperaba, llega el mensajero Tánatos y, furtivo, abre una rendija del inconsciente. Tengo la impresión que ello no fue necesario con Engels, quien asumió el problema de la muerte en diferentes lugares de su obra, admitiendo como un hecho cosmológico el inevitable fin de todo, la gran catástrofe que ubicaba a nivel de sistema solar. No demostraba por ello sentimientos negativos o depresión, sino que celebraba por adelantado que, tras la catástrofe, vendría el renacimiento de todo, la materia indestructible y sus eternos atributos, como se lee en el prólogo de su “Dialéctica de la Naturaleza”.

Haga click aquí para recibir gratis Argenpress en su correo electrónico.